Los Candangos de la Ciudad Utopía

Suena irreal dentro cualquier parámetro urbanístico que una ciudad pueda ser construida en un lapso de cuatro años, sin embargo, esto fue posible en 1956 en Brasil, cuando en el gobierno de Juscelino Kubitschek dio paso a la creación de Brasilia.

A partir de 1822 Río de Janeiro había sido asignada como ciudad capital, además de previamente ya haberlo sido en el imperio portugués en 1808. A pesar de esto, desde el siglo XVII se aspiraba a construir una nueva capital brasilera que estuviese localizada en el centro del país para así cubrir la necesidad de interiorizar, centralizar y modernizar.

Una extensa meseta en la zona sureste del estado de Goiás fue seleccionada por el urbanista Lúcio Costa y el arquitecto Oscar Niemeyer para comenzar con la construcción. Se trató de un proceso jerárquico en el cual se iban finalizando edificios administrativos de diversas entidades gubernamentales para que en un breve período de tiempo sus funcionarios fuesen mudándose.

El 21 de abril de 1960 Brasilia fue inaugurada. La arquitectura moderna y sus primicias funcionalistas fueron plasmadas en la urbe. Se designaron espacios para fines específicos como vivienda y trabajo, en locaciones geográficas delimitadas. 

Para Kubitschek la vista aérea de la ciudad, que se veía como una suerte de avión, terminó siendo una extensión de su campaña política en la que mostraba a Brasil ante el mundo como un país moderno, listo para “alzar el vuelo”.

Plano del Plan Piloto de Brasilia.

Dentro de las principales características que convertían a Brasilia en una obra ambiciosa estaban sus vías y autopistas sin cruces o semáforos, esto con la finalidad de brindar mayor fluidez vehicular. También las llamadas “viviendas ideales”, que eran condominios de edificios que contaban con espacios recreativos y comunitarios, al igual que cercanía con escuelas y comercios.  

Sin embargo, no se contemplaron los estragos provenientes por falta de planificación urbana hasta que empezaron a visibilizase los asentamientos habitacionales de los trabajadores de la ciudad. Así fue como el número aproximado de habitantes -que era de 500.000- se superó.

Los Candangos

Al ser un espacio territorial que no había sido habitado -desde una perspectiva urbana- existió una corriente migratoria de constructores, arquitectos e ingenieros provenientes del nordeste que en conjunto con sus familias habían decidido radicarse en lo que iba a convertirse en Brasilia. Esta ola migratoria fue impulsada por motivos de logística y oportunidades laborales.

Los primeros habitantes de la nueva capital eran conocidos como “candangos”, expresión originada en África que significa “malos” y que llegó a Brasil con la cultura de los esclavos, quienes habían nombrado de esta manera a los “amos portugueses”. A pesar de esto, en la actualidad candango es el gentilicio oficial de Brasilia.

La rutina de esta población estaba cargada de precariedad. Los obreros vivían en tiendas de campaña y recibían los elementos básicos para subsistir. En muchas ocasiones, llegaban a trabajar dieciséis horas diarias.

Candangos descansando en medio de una construcción.

Debido a la inexistencia de equipamientos de protección, se estima que murieron cerca de tres mil obreros durante las obras. El caso más sonado fue el de dos obreros que fallecieron enterrados vivos durante la construcción de la Universidad de Brasilia. En honor a ellos nombraron a uno de sus auditorios como “Dois Candangos

En febrero de 1959 se cortó el agua de las carpas en las que residían para que ellos no festejaran carnaval y se dedicaran exclusivamente a trabajar. Durante esa jornada existieron muestras de violencia por parte de la Guardia Especial de Brasilia (GEB), responsable por la vigilancia de los espacios de construcción de la ciudad. Esto trajo muchas controversias al gobierno de Kubitschek, que era identificado por su ideología socialista y humanitaria.

Posterior a esos incidentes, el presidente, en un intento desesperado por gestionar de manera positiva su reputación, comenzó a recitar la frase: “Yo soy el candango número uno, tú eres el número dos”.

Si bien con el paso de los años, la Ciudad Utopía y los Candangos se han convertido en términos de uso cotidiano, su historia es una muestra de represión y maltrato. El llevar este gentilicio es mucho más que una muestra de identificación; es gratitud hacia quienes levantaron un pueblo a costa de sufrimiento.

CMV

Licenciada en Ciencias de la Información y Comunicación Social y Diplomado en Medio Impresos Experiencia como periodista y editora de suplementos. Es editora digital.

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