«Solo el amor nos salvará»

¿Es posible que una palabra tan desgastada y banalizada como “amor” pueda constituirse en un eje transformador de las sociedades?

Históricamente, el amor ha sido subestimado, confinado al ámbito de lo privado e individual, como si no tuviera cabida en los espacios de disputa política o de lucha por la justicia social. Sin embargo, figuras como Martin Luther King Jr., reivindicaron al amor como una fuerza política y ética, que implica reconocimiento, empatía y compromiso con el otro.

Desde una perspectiva espiritual, amar al prójimo constituye un mandamiento supremo. Este amor no es complaciente, exige: entrega, sacrificio, perdón y transformación. Se trata de un acto profundo que interpela la manera en que nos vinculamos con los demás y con el mundo.

Actualmente, en contextos donde el odio se institucionaliza y la violencia se vuelve rutina, el amor debe convertirse en una forma radical de resistencia. Negarse a aceptar la deshumanización del otro es, en sí mismo, un gesto de amor. Pensar en el amor como fundamento del ser, nos obliga a replantear nuestras relaciones más allá del ego y del interés individual. Implica una apertura genuina hacia el otro, que no busca poseer ni dominar, sino cuidar, acoger y acompañar.

El amor, en un sentido más amplio, también se vincula con la reciprocidad comunitaria, la pertenencia y el cuidado del entorno; no obstante, el capitalismo ha logrado reducirlo a una experiencia emocional de consumo, efímera y superficial. Zygmunt Bauman lo definió como “amor líquido”: frágil, descartable, incapaz de sostener vínculos duraderos.

En sociedades fragmentadas por la desigualdad y la exclusión, el amor puede actuar como un dispositivo capaz de recomponer el tejido social, siempre que esté arraigado en la justicia, la equidad y la responsabilidad colectiva. Por lo tanto, el amor no es solo una emoción pasiva: es una práctica activa de transformación; es un acto de coraje y, quizás, una de las acciones más subversivas que podemos llevar a cabo en estos tiempos.

Volver a creer en el poder del amor como motor de cambio no es ingenuidad: es una apuesta política, ética y espiritual por un mundo más humano. (O)

Lcda. Nancy Negrete

Periodista y docente universitaria. Especializada en Ciencias Sociales, Antropología, Pedagogía y Medios Impresos. Actualmente, cursa un doctorado en Educación en Argentina.

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