Hasta hace algunos años, y de alguna manera impulsado por algunos sectores de la Teología de la liberación, el horizontalismo Religioso fue una tendencia dentro del ámbito teológico y pastoral que enfatizaba de manera excesiva los aspectos sociales, éticos y comunitarios de la religión, dejando en un segundo plano —o incluso relegando completamente— su dimensión trascendental, espiritual y sobrenatural. En términos sencillos, esta perspectiva reducía la fe a un compromiso meramente terrenal y humanista, despojándola de su relación con lo divino.
Pero esta tendencia no ha terminado. Hoy, por su puesto ya no insistiendo en la promoción social, tal horizontalismo religioso se ha reducido a un simple hablar de derechos humanos, de los pobres, de una “iglesia en salida”, etc. sin una AUTÉNTICA referencia a Dios, de tal manera que, tanto cierta la jerarquía como la feligresía, viven su relación con el cristianismo sólo de etiqueta, poniendo énfasis en lo formal y funcional, dejando en segundo plano la dimensión trascendental de la fe.
En algunos sectores de la jerarquía eclesiástica, se da prioridad a mensajes sobre la inclusión, la ecología, el diálogo y progreso social, pero sin un llamado claro a la conversión o a la santidad. En otras ocasiones, el horizontalismo toma la forma de una Iglesia que busca adaptarse excesivamente a las exigencias del mundo moderno, suavizando o impidiendo ciertas verdades del Evangelio para no generar rechazo. Esto se ve en discursos que apelan a la ética común y al humanismo, pero sin un claro llamado a la vida eterna.
Entre los fieles, el horizontalismo religioso se refleja en una vivencia de la fe circunstancial, sin una verdadera vida de oración ni participación en los sacramentos. Muchos cristianos reducen su compromiso a ser «buenas personas», sin sentir la necesidad de la confesión, la adoración o la formación espiritual. Otros adoptan una visión funcionalista de la religión, donde la Iglesia es vista como una institución de ayuda humanitaria, pero no como el lugar del encuentro con Dios. Se asiste a la Misa solo en ocasiones especiales, y la relación con la fe se reduce a valores genéricos de amor y tolerancia, sin referencia a la Verdad Revelada.
El horizontalismo religioso está vaciando la fe de su núcleo esencial: la búsqueda de Dios y la esperanza en la vida eterna. Recuperar el equilibrio entre lo trascendental y lo sinceramente social es el gran desafío para la Iglesia de hoy. (O)