A ver. Esto no es broma. La cosa está brava. En más de una ocasión he comentado que los grupos delincuenciales ya crecieron. Escalaron. Se profesionalizaron. Ya no les basta con el tráfico de droga. Ahora crean empresas para convertirse en proveedores de entidades públicas. Cómo no sorprenderse al ver que la familia de Don Fito tuvo contratos de botellones de agua, limpieza o transporte.
Si no sabe a qué me refiero, vamos con un análisis “sucinto”, como dicen los que se creen poetas. Resulta que cuando un ciudadano decide lanzarse de candidato en su ciudad tiene el anhelo de servir a sus paisanos. Que haya servicios básicos, que las obritas mejoren la vida de la gente. Hasta ahí todo bonito, lindo, pepa.
Sigamos con este ciudadano. Se mira los bolsillos y se da cuenta que está chiro, algo muy común entre los ecuatorianos. La vaca que hacen los vecinos no alcanza para financiar la campaña. En elecciones se mueven millones. Ante esa realidad busca a unos panitas con billetera gruesa que tranquilamente financian la campaña, pero con ciertas “condiciones”.
No me pregunte de dónde sacaron esa plata. Eso lo dejo a su criterio. Entonces llega la negociación. Ningún favor es gratis. Se mete billete en la campaña y si resulta ganador, los contratos para las obras van directo a los financistas. Qué círculo tan sencillo y vil. Y claro. A estos personajes no les interesa un puestito público. La mina de oro está en las compras públicas para recuperar la inversión.
La posible vinculación del alcalde de Durán con criminales no sorprende. Más bien deja en evidencia un cuadro triste de la política. Mientras la población no tiene agua potable, los proveedores se llenan los bolsillos con esa desgracia. Cómo más se describe que un alcalde pase desapercibido. Que asesinen a funcionarios de su administración. Siempre habrá dudas y preguntas sin respuesta. (O)