Un nueve de agosto, me dio a luz el vientre de mi madre, de la nada salí al escenario del vasto universo y me asomé a su horizonte oscurecido; poniéndome las manos de la quietud en brazos de este mundo tumultuoso, lleno de alboroto y bullicio, de luchas y de inquietudes.
Aún camino bajo el sol de un Ecuador en el que tienen su estancia el narcotráfico, el hambre, la miseria, el desempleo, la corrupción, la misma que aún no ha sido fumigada como se debe. Continúo caminando por los senderos de un país en donde la justicia aún sigue en cautiverio, aunque veo algunos indicios de querer salir en libertad; no sé cuántas veces ha girado la luna sobre mí, hasta hoy ignoro los secretos de la luz y no sé de los misterios de la oscuridad.
Durante todos estos años la mano del tiempo ha trazado muchas palabras en el libro de mi vida y en el de este mundo extraño e injusto.
La meditación, los recuerdos y pensamientos, acuden congregándose en mi alma, es agosto, y frente a mí se aglomeran los espectros de mis noches lejanas de niño, disipándose después como las nubes que en el horizonte el viento desmadeja y las deposita en los rincones de mi habitación.
Hoy, nuevamente me visitan los espíritus que pintaron mi alma y me cantan el himno de los recuerdos tristes y de los alegres. En este mes se reflejan en mi mente todos los significados de mi vida, junto con el semblante de los años, lleno de contornos de esperanza.
En todos estos años he amado mucho, y he amado lo que el mundo desprecia, y desprecié lo que el mundo ama, y lo que amé cuando era niño seguiré amando hasta el fin de mis días, pues es el único tesoro que poseo y que nadie podrá arrebatarme.
Ayer me contentaba con desempeñar papeles secundarios sobre el ilimitado escenario de la vida, pero hoy he descubierto que tal contentamiento es una forma de indolencia. Solía mirar a la vida a través de lágrimas y sonrisas, pero hoy la miro a través de dorados y encantados rayos de luz que imprimen fuerza al alma.
Sigo amando la libertad y este amor crece continuamente, porque veo tanta esclavitud y despotismo entre los hombres, como naciones esclavizadas y humilladas por déspotas de toda índole, sometidas a la adoración de los falsos profetas de la política.
En todos estos años vividos, amé mucho la dicha al igual que todos los hombres, la he buscado en mi despertar de cada día, pero no la he hallado fácilmente en mi camino, he rastreado la huella de sus pies en la arena, y al mirar a todas partes, me alegro, porque veo que he arrojado las semillas de mi corazón sin alimentar esperanza alguna.
Vivir es recordar, y recordar es volver a vivir. El recuerdo es una hoja de otoño que susurra un rato en el viento y no vuelve a oírse. (O)