El riesgo de la campaña permanente

En el Plan de Trabajo presentado por la alianza ADN para las elecciones presidenciales no aparecen las palabras “constituyente” ni “reforma constitucional”. Es decir, la idea de cambiar la Constitución no fue parte de la hoja de ruta del entonces candidato Daniel Noboa. Fue, más bien, una ocurrencia surgida al calor del debate electoral, una que hoy mantiene ocupados a juristas, analistas y opinadores, sin ser parte del proyecto político original.  Así funciona la política cuando cae en la trampa de la campaña permanente: las decisiones se improvisan, no se planifican.

La Constitución de un país es mucho más que un documento jurídico. Es una declaración de identidad nacional, el reflejo de los consensos históricos alcanzados y una hoja de ruta para el porvenir. Por supuesto, ninguna constitución es intocable. Los tiempos cambian, y con ellos las necesidades políticas, sociales y económicas. Pero los ajustes deben responder a diagnósticos serios, no a impulsos oportunistas ni a cálculos electorales. Reformar la Constitución no puede ser el pretexto para activar tres procesos electorales adicionales, con los riesgos que eso implica para una democracia desgastada y una ciudadanía cada vez más escéptica.

El presidente Noboa ha demostrado, hasta ahora, mayor destreza como candidato que como gobernante. Tal vez por eso escucha con atención las voces —siempre entusiastas, nunca responsables— que promueven una nueva Asamblea Constituyente. Pero debe entender que el apoyo obtenido en esta elección dista mucho del que necesitará si decide emprender esa ruta. Porque convocar, elegir y ratificar una nueva Constitución es, en la práctica, someterse a un triple plebiscito. Y no hay indulgencia electoral que garantice salir ileso.

Si el Gobierno insiste en jugar con fuego, alentando cambios constitucionales sin anclaje programático, sin necesidad clara y sin respaldo ciudadano real, corre el riesgo de incendiar el país político que apenas intenta estabilizarse. El Ecuador necesita reformas, sí. Pero antes necesita gobernabilidad, sensatez y respeto por el calendario democrático. La campaña terminó. Es hora de gobernar.

REM

REDACCION EL MERCURIO

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