
A dos meses de iniciado su nuevo período, el gobierno de Daniel Noboa ha demostrado una capacidad envidiable para dominar la conversación pública. Desde los posteos presidenciales anunciando la extradición de alias “Fito” hasta las desvinculaciones masivas de la Asamblea por supuestos casos de nepotismo, pasando por las explosivas —y sin pruebas— declaraciones de Daniel Salcedo en la Comisión de Fiscalización,la gestión se ha desarrollado en un ecosistema donde el titular y el trending reemplazan al resultado. El problema no es que se comunique, sino que todo parezca ser únicamente comunicación.
Mientras tanto, los datos siguen siendo incómodos. El primer semestre de 2025 acumuló más de 4.500 homicidios, una cifra sin precedentes. Junio mostró una dismunción leve, pero en julio Manabí fue escenario de masacres que recordaron que el control territorial de las mafias sigue intacto. Las acciones del gobierno —por más espectaculares que parezcan— no están impactando aún la estructura del crimen.
La recaptura y extradición de José Adolfo “Fito” Macías, uno de los líderes criminales más poderosos del país, fue presentada como un logro histórico, un punto de inflexión en la lucha contra el crimen organizado. La cobertura mediática, tanto nacional como internacional, destacó la decisión. En términos de comunicación gubernamental, este tipo de hechos tienen un valor estratégico: refuerzan la percepción de control, reposicionan al presidente como firme y decidido, y contienen el debate sobre los indicadores estructurales al redirigir la atención hacia hechos espectaculares.
Pero esa narrativa no cambia la realidad. El semestre cerró con más de 4.500 muertes violentas y Julio volvió a encender alarmas. La violencia en Manabí, tras la extradición de Fito, más bien se intensificó. Las bandas no han sido desarticuladas; se reorganizan. No basta con capturas simbólicas, la seguridad requiere reformas estructurales en justicia, cárceles, prevención social y fortalecimiento institucional. Sin esos pilares, el espectáculo de la fuerza pierde sentido. Y el país, en lugar de avanzar, se queda atrapado en una secuencia infinita de titulares que no resuelven nada.