
Las circunstancias individuales y sociales, a veces forjadas por nosotros mismos y, en otras ocasiones, aquellas que provienen del entorno en el cual evolucionamos, exigen que nos empleemos a fondo para superar los escollos y sortear las vicisitudes de la cotidianidad.
Generalidades
Oponerse o resistir, implica el ejercicio de la voluntad para que determinados factores externos o internos, no tengan vía libre para manifestarse y prosperar. Representa una decisión individual o colectiva para no dejar que algo se desarrolle libremente, porque se considera que causa afectación negativa y es injusto. Significa, en muchos casos, la aplicación de rasgos de la personalidad individual y colectiva relacionados con la entereza de oponerse a realidades que se cree no deben prosperar.
Los seres humanos, desde el inicio de los tiempos hasta la actualidad, han tenido que resistir a condiciones adversas, a la precariedad de la tierra o a las grandes catástrofes ambientales. También se resiste a las agresiones de los otros, de los cercanos familiar y socialmente, así como a las que provienen de la comunidad que no siempre sabe ni comprende, y menos le interesa entender el dolor de los individuos ni sus circunstancias. Además, se resiste al poder en sus diversas expresiones: al político que muchas veces es venal y corrupto; al económico que impone sus criterios y define escenarios para la vida de la gente; al social que excluye y menosprecia a los ciudadanos por una u otra razón; al de la burocracia pública que, amparada en formalidades y reglamentos, intenta dominar al ciudadano y no le sirve como es su función y deber; al jurídico-político, que muchas veces regula situaciones de la vida social de manera incorrecta porque no busca el bien común.
También se resiste a la pereza, cuando sabemos que la acción y el entusiasmo son opciones válidas; a la avaricia, al menosprecio, a la inmisericordia, a la falta de compasión, a la mentira, a la soberbia, al robo y a tantas otras formas de ser que se encuentran en cada uno de nosotros, en mayor o menor grado. Claro, se resiste, siempre y cuando la persona considere que los comportamientos antagónicos a los mencionados, son una opción para ella.
Los ejemplos de resistencia moral están en la vida de todos. En este nivel, en el de la interioridad de los seres humanos, las luchas por ser lo que cada persona aspira, adquieren formas e intensidades propias. Para unos, la resistencia puede apoyarse en el fortalecimiento de su fe religiosa, para otros puede ser el ejercicio cabal y sin concesiones de su propia moral ciudadana.
Algunos ejemplos de resistencia

Estados Unidos
En el ámbito jurídico-político se reconoce a los ciudadanos el derecho a la resistencia frente a acciones del poder público o de cualquier persona o instancia que atente contra sus legítimas prerrogativas sociales o individuales.
En este escenario, es conocida históricamente la resistencia francesa, que fue la actitud asumida por los patriotas de ese país que no aceptaron la ocupación de su territorio por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial y, menos aún, la colaboración con ese régimen opresor.
Recuerdo, por haberlo vivido, la resistencia de algunos grupos de la juventud europea de los años ochenta del siglo anterior, al apartheid en Sudáfrica. Una de las formas que adoptó esa resistencia fue la de no adquirir productos provenientes de ese gobierno. Resistían así a lo que consideraban incorrecto.
En la actualidad, frente a las medidas económicas del gobierno de Trump en los Estados Unidos de América, los países afectados también resisten adoptando políticas que se les oponen. Los canadienses no están comprando artículos estadounidenses. Los mexicanos hablan de diversificar sus importaciones para comprar productos provenientes de otros países.
Nosotros acá, podemos hacer otro tanto frente a realidades que consideramos son incorrectas. Si no estamos de acuerdo con la destrucción del medio ambiente en determinadas zonas de nuestro territorio en donde se hace turismo agrediendo a la naturaleza, o consideramos que el avance de las zonas ganaderas o camaroneras en detrimento de la vida silvestre es incorrecto, podemos dejar de ser consumidores de los productos que se ofertan o cultivan en esos territorios. Debemos resistir.
“La resistencia”, libro de Ernesto Sábato
Es un ensayo del escritor argentino, publicado en el 2000. Para algunos de nosotros, la lectura de sus novelas y ensayos, fue en su momento, casi obligatoria por el peso de su mensaje y la profundidad de sus reflexiones. “Sobre héroes y tumbas”, “El túnel”, “Antes del fin” o “La resistencia”, son varios de sus libros que recogen su visión del mundo.
Sábato fue un científico argentino que trabajó en los más importantes centros europeos de investigación en física. Ahí, comprendió los peligros de la práctica científica alejada de los valores. Por eso, renunció a la ciencia para dedicar su vida a la literatura y al arte.

En “La resistencia”, critica a la sociedad moderna, al individualismo, al abandono de los valores espirituales y a la competitividad sin límites. Propone que los principios del espíritu pueden salvar a la humanidad de la desolación y la deshumanización en la que ha caído la civilización contemporánea. Denuncia a la tecnología como el espacio al que todos acudimos y en el cual nos perdemos como humanos. Califica a la alta definición lumínica de pantallas de computadoras o celulares, como un imán irresistible que atrae la atención de los seres humanos, como la luz resplandeciente a los insectos que, al igual que nosotros, no pueden resistir, se estrellan y sucumben.
Considera que el amor al prójimo y la serenidad son los caminos de salvación. Plantea la resistencia a los productos masivos de la ciencia, sobre todo a los nuevos artilugios informáticos. Es preciso negarse, sostiene. Se debe defender la tradición de lo sagrado que caracteriza al ser humano. Reconocer la validez irrepetible de cada momento fugaz e inasible… una caminata, el encanto discreto de una conversación con amigos, la ternura de la conexión con la indefensión de los animales o la comunión espiritual con los otros, especialmente con los entristecidos y sufridos.
En fin, propone resistir a la deshumanización, utilizando para ello las condiciones y características que nos definen orgánica y espiritualmente como personas simples y sencillas, y por eso y al mismo tiempo, inmensamente complejas y sofisticadas si nos comparamos con la previsibilidad matemática y lineal de los algoritmos y la inteligencia artificial. (I)