Educación y política

Hernán Abad Rodas

Los seres humanos en general todavía se sienten atraídos por la tontería, proclives a ignorar sus propios derechos e inclinados a la irresponsable búsqueda únicamente del placer y del bienestar personal. Aunque de manera superficial, las masas entonan alabanzas a los derechos humanos y a la libertad, sin embargo, con una docilidad perruna, aceptan las leyes impuestas por los gobiernos populistas.

La democracia mal concebida tiene sus inconvenientes, lo que hace que exista una tendencia en el subconsciente de la gente a querer retornar a las dictaduras del pasado, o el deseo de alcanzar seguridad mediante el establecimiento de nuevas dictaduras con aureolas de “revolucionarias”.

Mientras las personas conserven su aparente innato deseo de ser gobernadas por populistas y avivatos de la peor especie en momentos de crisis, se hace esencial que encontremos la forma de evitar el peligro del surgimiento de dictadores; creo que la única manera de lograrlo es elevando el nivel educativo de las masas.

El Ecuador en la mayor parte de su historia ha vivido bajo una inestabilidad política y económica, con muy escasa capacidad para llegar a consensos y acuerdos que beneficien a todos. Somos víctimas de un canibalismo político, transcurrimos nuestra vida republicana de turbulencia en turbulencia, de elección en elección, sin que encontremos el camino que nos saque del tenebroso abismo del hambre, la miseria y la corrupción en la que vivimos inmersos.

En una sociedad, con un buen nivel educativo y político, en épocas de calma o aún en situaciones conflictivas, la existencia de partidos políticos o la vida de cada ciudadano no dependen de la victoria o derrota de tal o cual candidato.

El público ha llegado a advertir la insinceridad y las deficiencias de los políticos tradicionales, o de los aventureros de la política, pero no ve la manera de elegir a gobernantes más respetables, por carecer de cultura política.

El velo de la indiferencia política durante más de una década cubrió todo el territorio nacional, sicarios de lengua viperina, alérgicos a la prensa independiente y que deshonran a las personas aún recorren nuestros apacibles valles y montañas; los sueños de libertad que acosaban nuestra consciencia, se han dispersado como la niebla.

La crisis que afecta a nuestro país y a Latinoamérica, no sólo es económica y política, sobre todo es de descomposición ética y moral: ante tal, lacerante realidad, la sociedad civil y los políticos honestos, tienen, en primer término, que recuperar la democracia, el sentido solidario y ético de la política.

Un día no muy lejano, la mentira y la falsedad se convertirán en la tumba política y moral de quienes continúan ocultando la verdad, y que aún siguen haciendo presencia y participando en el funeral de la verdad. (O)