La justicia mal administrada
La justicia nos ha sido negada desde el principio de la historia de la humanidad; desafortunadamente, ahora veo que la injusticia une nuestro presente al pasado y al futuro; la justicia MAL ADMINISTRADA es como veneno inyectado por negras víboras salidas de las cavernas del infierno.
Este veneno parece fresco como el rocío, razón por la cual, el alma sedienta de justicia de los pueblos desesperados por el hambre y la miseria, con la esperanza de días mejores, con sus rostros bañados en sangre y lágrimas, lo beben con avidez, pero, una vez que se han intoxicado, caen enfermos y mueren con una lenta agonía.
Aquellos a los que las manos de la justicia, no ha escogido como sus discípulos, no oyen cuando los llama. Considero que la justicia es la única libertad que existe en el mundo, porque eleva, hasta tal punto el espíritu, que las leyes de los hombres no pueden alterar su curso.
Lo que no es un enigma sobre la justicia, es el hecho de que concedamos muerte y prisión a los pequeños delincuentes, mientras se otorga honor, riqueza y respeto a los mayores piratas y déspotas de toda índole.
La corrupción de la justicia es el peor mal que puede amenazar a una sociedad, porque desaparece la posibilidad de denunciar no sólo los abusos de otras personas, sino, sobre todo, los del poder. Los jueces que fueron utilizados por el gobierno de la llamada revolución ciudadana para castigar a sus enemigos, callar a la prensa y ocultar la corrupción, no han recibido el castigo que merecían.
La sanción de los malos jueces es necesaria, no por venganza, sino para eliminar las frutas podridas, evitar que otros jueces caigan en la corrupción y para garantizar la aplicación de las leyes.
La política siempre sentirá la tentación de usar a la justicia como instrumento de poder, por eso se estableció en democracia la separación de poderes. El ideólogo de este principio democrático fundamental Montesquieu decía: “no hay tiranía más cruel que la que se perpetúa bajo el escudo de la ley y en nombre de la justicia”.
Para poder funcionar en un sistema de derecho, son necesarias cualidades morales, incompatibles con el insulto y la manipulación de la justicia.
En verdad, garantizar un sistema de justicia fuerte que combata la corrupción, el crimen organizado y la impunidad, es esencial para el desarrollo de una verdadera democracia justa con instituciones creíbles y confiables. (O)