Las imágenes son espantosas e increíbles. Solo el terror puede ser motivo de acciones tan absurdas y desesperadas en una sociedad entera y especialmente contra mujeres que tratan de huir sin mirar ni recapacitar en peligros mortales inminentes. Los talibanes toman Kabul luego de años de lucha cruenta y tenaz. Cegados por un fundamentalismo islámico que no es otra cosa que un movimiento político y religioso con el Corán como norte y que busca su verdad a toda costa, justificando crímenes crueles y conductas deleznables y absurdas en bien de lo que parece su obtusa religión, mucho más que otras existentes, pues todas las religiones son artificios de dominación psicológica y fanática, unas más, otras menos. Pensar que puedan victimizar al ser más maravilloso de la naturaleza, la mujer, inicio y fin de la especie humana, matriz de vida y grial portentoso como madre, compañera, hija y someterle a cosas tan horrendas como prohibirles educarse, clausurar su belleza bajo burka cruel, silenciarlas y quitarlas los más elementales derechos humanos como discernimiento y protesta razonada, su sexualidad más básica, tomándolas como simple objeto de satisfacción sexual y reproducción sin la menor posibilidad de escoger pareja. Son casadas según las necesidades del absurdo Corán o la imposición por conveniencia social, de mano de obra y trabajo.
Espeluzna como se amontonan bajo fuselaje de un avión americano que intenta decolar, huyendo sin medir mortales consecuencias al subirse como polizontes, tal si estuvieran en un autobús. No sienten el más elemental miedo ante el terror que seguro vendrá con los barbados talibanes. Abrazados al tren de aterrizaje, alas y suspendidos por el brutal sonido de las turbinas, intentan encaramarse y huir y la aeronave ante la inminente necesidad de escapar, se eleva y en su despeje van cayendo los que se aferraron a la nave como pájaros ingrávidos y desalados. El mundo solo opina. EEUU ve más cómodo abandonar Afganistán y terminar su guerra perdida. Vuelve las espaldas, junto con el mundo entero, al pueblo inocente e indefenso en manos de desquiciados fundamentalistas, cuya principal arma es el terrorismo internacional y que sienten que inmolarse en una explosión, les concederá su premio dentro de creencias musulmanas. Siempre el hombre sufrió atropellos como la inquisición de Torquemada, donde piras humanas brillaban en el oscurantismo. Aquí, principalmente mujeres que osaron tener una conducta prohibida, son azotadas e incluso lapidadas en media plaza. (O)