Carpe diem

Marco Carrión Calderón

Esta expresión fue usada por el latino Horacio en una de sus Odas en el sentido de “aprovecha el día, no confíes en el mañana”, porque éste puede o no haber y se habrá perdido la oportunidad de disfrutar, en cualquier sentido que según cada quien tome el término “disfrute” pues no se refiere sólo a los goces eróticos y sexuales, que son los preferidos, pero no excluye los demás como la complacencia en obras de arte, la naturaleza, el juego, etc. Aprovecha el día, y no confíes lo más mínimo en el mañana que puede no llegar, ni en “otra vida” que puede no haber.

¿Qué placeres son los mejores? Puede decirse que los corporales, porque son más intensos, así como los peores males son también los corporales según la concepción de la Escuela Cirenaica. La naturaleza misma del hombre hace que apetezca el placer y huya del dolor, por lo que serán buenas las acciones que producen placer y malas las contrarias. El problema está en que, aunque todos apetezcan el placer, es posible que cada uno lo sienta de distinta manera o con distintas cosas.

Un tema recurrente en filosofía y literatura ha sido: “Los placeres de la vida deben ser disfrutados ahora pues el futuro es incierto”. Recuerdo los versos de Omar Khey¬yam, célebre poeta persa. Sus Rubaiyat, (cuartetos persas), elogian los placeres terrenos como una rebeldía contra el malévolo y fatal destino que lleva a la muerte todo lo bueno y hermoso de este mundo: “No dudes en beber y en gozar del amor. / Tendrás tarde o temprano que dormir bajo tierra/ sin mujeres ni amigos… la amapola marchita no florece de nuevo”. Cátulo dice en sus versos que son la esencia de Carmina Burana: “Vivamos, querida Lesbia, y amémonos, / y las habladurías de los viejos puritanos/ nos importen un bledo. / Los soles pueden salir y ponerse; /nosotros, tan pronto acabe nuestra efímera luz, / tendremos que dormir una noche eterna.”

Aristipo, filósofo del hedonismo en Grecia, aconsejaba no preocuparse ni por el futuro ni por el pasado, sino vivir lo más placenteramente posible el presente, que es lo que en realidad nos pertenece, y en esa forma de ver la vida está la verdadera sabiduría del filósofo. (O)