Hoy se inaugura en Cuenca la XXIX Cumbre Iberoamericana, un evento que nos invita a ejercer una de nuestras principales habilidades: la de disimular. No se malinterprete. Disimulamos porque, aunque la ciudad recibe con méritos esta designación de ser sede de la Cumbre, y se ha preparado con anticipación y esfuerzo colectivo para ser una excelente anfitriona, conscientes de la importancia de este evento para Iberoamérica, hoy marcamos un récord: somos la sede del evento con la mayor cantidad de mandatarios ausentes, lo que lamentablemente desmerece tanto preparativo.
Disimulamos porque, desde diciembre pasado, la única agenda gubernamental para Cuenca y el Azuay fue esta Cumbre. Así lo anunció el presidente Noboa en una visita destinada a calmar las demandas por mejor conectividad y mantenimiento vial, entre otras necesidades urgentes que llevan años en el pliego de peticiones y no han sido atendidas. Incluso, en su breve discurso por el aniversario de la Independencia de la ciudad, a pesar del recordatorio del alcalde sobre dichas urgencias, el gobierno hizo caso omiso del petitorio: la única prioridad era la Cumbre. Una Cumbre que hoy se califica como un fracaso. Pero nosotros disimulamos.
Este gesto de disimulo no implica desconocimiento ni sumisión. Las respuestas de los mandatarios dependen del contexto político, de los gestos democráticos del anfitrión —en este caso, Noboa— y del mensaje que comunica la presencia o ausencia de los convocados. En este caso, si el presidente ha distribuido adjetivos despectivos hacia varios de sus colegas de la región, ha osado desestimar el respeto tradicional hacia las embajadas, trata con sarcasmo a sus vecinos y, más recientemente, prescinde de su vicepresidenta de una manera cuestionable y antidemocrática, no puede esperar que su invitación sea aceptada. Para la mayoría de los mandatarios, una visita a Ecuador podría interpretarse como una validación de actitudes que chocan con los principios democráticos y el respeto a la ley.
En Cuenca sabemos perfectamente dónde recae la total responsabilidad de este desastre. Y, aunque la ciudad se mostrará como la excelente anfitriona que es, atendiendo a todas las delegaciones y mandatarios, no ignora los motivos detrás del fiasco en la convocatoria. Disimulemos, por ahora. (O)
@avilanieto