Unas 500 manzanas cuelgan del techo de la Sala Proceso, en la Casa de la Cultura del Azuay. La mayoría son talladas en madera, pero no parecen, todas se ven como una manzana acaramelada de los días de fiesta.
En esas manzanas se inspiró el artista cuencano Damián Sinchi para montar la obra titulada ‘La rebelión de las masas’. Empezó a pensar en ella desde hace tres años, cuando esta fruta le llamaba la atención por prestarse adecuadamente para ser un objeto escultórico. Se fijó en su brillo y su atractivo y empezó a moldearla, a buscar la técnica para convertirla en una obra de arte.
También pensó en lo que iba a transmitir con las manzanas, una fruta con gran carga simbólica. Así las convirtió en una metáfora de la individualidad versus el colectivo. “La obra habla de lo que aceptamos como individuos en una sociedad donde somos copias o plagios de otros individuos. Copiamos moda, tecnología, ideologías, porque eso nos obliga el sistema capitalista”, explica el artista.
“Hay algo entre los códigos visuales del artista que no se puede pasar por alto, y es que el objeto a ser tallado es precisamente una manzana, símbolo del pecado original”, dice Hernán Pacurucu, curador de la muestra.
Se trata de una obra que llama al público a involucrarse. A buscar las manzanas de verdad que están confundidas entre la masa de esculturas. A olfatearlas, sentirlas y degustarlas. Es ahí cuando la obra se activa.
“No solo activa el sentido de la vista, sino que engaña al resto de sentidos”, añade Pacurucu y da una pista más: la confusión de manzanas talladas con las de verdad provoca una realidad paralela.
En la realidad tal cual la conocemos, las manzanas, al ser mordidas tendrán un proceso natural de descomposición. Y permanecerán en su sitio hasta el 28 de febrero, cuando cierra la muestra.
En la otra realidad, las manzanas (las esculturas) son mejores, tienen mejor color, huelen mejor, se sienten más reales, “porque es una realidad otra que al no preocuparse de su sabor, permite que se potencialice en el resto de sentidos, esta realidad es la realidad del aspecto, de la apariencia, de la forma, pero es una realidad más cómoda, más fácil, más perfecta”, reflexiona el curador.
Este ejercicio provoca diversas reacciones en el público. “En estos tiempos es difícil lograr que algo te emocione tanto”, dice Andrea Muñoz, quien asistió a la inauguración de la obra. Precisamente eso es lo que buscaba el artista: “que te quedes con la satisfacción de haber sido parte de la obra, de haber probado las manzanas, haberlas tocado y disfrutado”.
Damián Sinchi es un artista de 37 años que trabaja en el arte de la escultura desde hace 12 años. Le gusta experimentar con el hiperrealismo y la escultura expandida, que conjuga, precisamente, en ‘La rebelión de las masas’. (JBA)-(I)