El corredor de la muerte, donde las mujeres son menos y nadie reclama ser más

En un tiempo reivindicativo de la igualdad entre géneros como el actual, hay un terreno en el que las mujeres siguen siendo minoría pero no hay organización ni movimiento que reclame más cuota femenina: los corredores de la muerte de EE.UU.

Solo 55 de las más de 2.656 personas condenadas a muerte que a fecha del 1 de julio de 2019 estaban recluidas en cárceles de Estados Unidos eran del género femenino, según los datos del Centro de Información sobre la Pena de Muerte (DPIC).

«Las mujeres no suelen cometer los crímenes que son castigados con la muerte (…) Rara vez cometen robos a mano armada o violaciones (en los que puede morir alguien) y no matan a oficiales de policía ni disparan a multitudes», dice a Efe Mary Atwell, profesora emérita de Justicia Penal de la Universidad de Radford (Virginia).

NÚMEROS QUE ENGAÑAN

De las 55 mujeres que estaban en el corredor de la muerte a mitad de 2019, siete eran latinas, una nativa americana, dos asiáticas, 30 blancas y 15 afroamericanas.

Pero los números brutos son siempre engañosos.

La población de EE.UU. es mayoritariamente blanca (65 %), pero las mujeres blancas eran únicamente el 55 % de las condenadas a la pena capital a 1 de julio pasado, dice Atwell, considerada una autoridad en la materia.

En el caso de las mujeres de grupos minoritarios sucede lo contrario: hay más esperando la ejecución de lo que correspondería en proporción al peso de su grupo en el total de la población.

«Esto mismo se puede aplicar a la población penitenciaria de Estados Unidos, tanto masculina como femenina», subraya Atwell, quien está empeñada en tratar a las mujeres del corredor de la muerte no como meros datos estadísticos sino como personas.

SER VÍCTIMAS DE ABUSOS, UN RASGO COMÚN DE LAS CONDENADAS

Hay rasgos comunes en la mayoría de las condenadas a muerte que también se dan entre los hombres sujetos a la misma pena: tener un nivel educativo bajo, haber sufrido abusos físicos y/o sexuales, haber sido adictas al alcohol o/y las drogas, venir de hogares disfuncionales y padecer enfermedades mentales y discapacidades intelectuales, agrega.

También comparten -dice Atwell- el haber sido defendidas en sus juicios por «abogados terriblemente incompetentes».

Otro experto en el tema, Robert Dunham, director ejecutivo del DPIC, coincide con Atwell en que el hecho de que haya menos mujeres condenadas a muerte que hombres se debe principalmente a que ellas cometen menos asesinatos en primer grado y menos delitos violentos en general.

CRÍMENES DOMÉSTICOS Y ESTEREOTIPOS FEMENINOS

Dunham destaca en unas declaraciones a Efe que en muchos casos los crímenes de las mujeres que están en los corredores de la muerte se cometieron en el ámbito familiar.

Eso implica que el componente «emocional» es más fuerte y que es más probable que puedan aplicarse atenuantes, tales como defensa propia o enajenación mental, que pueden suponer un castigo inferior a la condena a muerte, como la cadena perpetua.

También el hecho de que en términos generales sea menos probable que las mujeres que matan a otras personas sean reincidentes o tengan antecedentes por otros delitos graves juega a su favor.

Dunham agrega que los jurados de los juicios por asesinato son más proclives a condenar a muerte a gente a las que consideran «peligrosas» y menos a quienes podrían ser un miembro de su familia.

Tanto Atwell como Dunham creen que jueces, fiscales y jurados tienden a ser más duros con las mujeres que no se ajustan a los estereotipos tradicionales de lo femenino.

«Las acusan de ser lesbianas o ‘viudas negras'», dice Dunham.

«Los fiscales, que son los que deciden si piden o no la pena de muerte de un acusado, pueden ser muy duros con algunas mujeres especialmente si creen que no parecen ser como creen que debe ser una mujer», lo que significa que «no son buenas madres, tienen relaciones extra matrimoniales o son lesbianas», apunta Atwell.

Los jurados parecen considerar «más culpables» a esos tipos de mujeres, agrega.

Desde el último informe del DPIC sobre los corredores de la muerte femeninos ha habido casos con algunos vuelcos judiciales.

A fines de junio de 2019 una corte federal de apelaciones anuló la condena a la pena capital de la hispana Melissa Lucio, que había sido hallada culpable de la muerte de su hija de dos años en Texas, por considerar que no tuvo derecho a una «defensa completa», pero el estado ha apelado el fallo.

Las otras latinas con penas de muerte a cuestas son Dora Buenrostro, Angelina Rodríguez, María Alfaro, Belinda Magana, Verónica Gonzales y Socorro Caro, todas ellas en cárceles de California, un estado donde está en vigor una moratoria de las ejecuciones.

Ninguna mujer latina ha sido ejecutada en Estados Unidos, donde desde 1903 a 2015 ha habido 54 ejecuciones de mujeres.

En 32 estados del país la pena capital está abolida o no se aplica desde hace una década, según el DPIC. EFE

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