El Coronavirus, que estos días aterroriza a China, es una más de la media docena de epidemias que han afectado al mundo en estos últimos mil años.
Históricamente la trágica lista se abre con la peste negra o bubónica que se originó en el Asia en poblaciones desnutridas y fue trasmitida por pulgas y ratas que en los barcos de los mercaderes italianos llegaron a los puertos europeos en el siglo XIV. En Florencia, mató a más de la mitad de la población. Boccaccio, en El Decamerón, relata como un grupo de jóvenes tratando de escapar del contagio y para no caer en el aburrimiento comparten, durante diez días (deca-hemera) los cuentos que conforman esta inmortal obra.
La viruela, siglos después, mató más seres humanos que la mayoría de las guerras y causó en América más víctimas que la codicia de los conquistadores.
El cólera en el XIX se originó en el mundo asiático, como muchas otras pestes. La influenza, cuyos primeros casos están documentados en el siglo XVI, ha sido de las más mortíferas y persistentes. Solamente en el siglo XX se calculan en más de treinta millones las vidas que cobró. El ébola, la registrado desde 1976 y el SIDA- documentado desde 1980-son las grandes pestes modernas.
Hay quienes sostienen que las epidemias junto con las guerras son dos formas naturales de regular el crecimiento de la población. La desnutrición que se origina en la pobreza, así como las malas condiciones higiénicas explican con más racionalidad esos fenómenos antes que una supuesta “venganza” de la naturaleza. Aparte de El Decamerón, que es en medio de la mayor tragedia medieval un canto a la alegría de vivir, “La Peste” de Camús, es la otra gran obra inspirada en estas epidemias que cíclicamente nos recuerdan la fragilidad de la condición humana. (O)