Los 300 espartanos

No fueron 300, ni solo espartanos. Después de la batalla de Maratón, como recordarán, había un rey persa que saboreaba la dulzura de la venganza, Jerjes I, quién se dirigía a Grecia con la bola de hombres, casi 400 mil. El rey Leónidas de Esparta lo esperaba no solo con 300 espartanos, sino con tebanos, corintos y otros más sumando casi 6200 soldados. La leyenda de los 300 espartanos subsistió gracias a la versión que Heródoto escribió décadas después de la batalla (él iba al kínder cuando aquella tuvo lugar) y, la pura verdad, nada que ver con la realidad.
Antes de medir sus fuerzas en la contienda, Jerjes mandó un whatsapp a Leónidas diciéndole que la batalla podía evitarse si entregaba sus armas. Leónidas le respondió: “Quieres mis armas, pues ven y quítamelas” y así, empezó esta guerra.
Las Termópilas era un paso muy estrecho en donde tenían que pelear en grupos pequeños para poder pasar. Hay que recalcar que los persas eran excelentes arqueros, mientras que los griegos lo eran luchando cuerpo a cuerpo. En este lugar los persas se desplomaron como un dominó y cayendo el muerto y soltando el llanto, Jerjes envió a sus soldados élite: los 10 mil inmortales. Los espartanos al verlos fingieron huir causando entre ellos un gran desconcierto, cuando ¡zas! en un abrir y cerrar de ojos, los rodearon y, ese día, los inmortales palmaron.
Al ver esto, Jerjes dijo: “Mejor que digan que aquí corrió, que aquí murió” y voló al campamento. Ahí lo esperaba un tal Efialtes, que le chismeó sobre un paso de cabras que circundaba al ejército griego. Traicionó a los suyos esperando llegar a un “acuerdo entre privados” (como los Efialtes del actual gobierno) y los persas cercaron a sus enemigos. El traidor murió sin cobrar un sucre. Cuando Leónidas se enteró que estaban rodeados, lucharon con todas las fuerzas que les quedaban pero las flechas de los arqueros persas despacharon a los griegos y a su rey. Muertos todos, Jerjes ordenó decapitar a Leónidas y crucificarlo.
Un año después, los persas fueron derrotados por mar por los atenienses comandados por Temístocles, y por tierra, por los espartanos en Platea. Jerjes tiró la toalla y se retiró a Persia dejando en manos de sus generales las batallas las cuales perdieron y él, que planeaba una venganza dulce, murió dulcemente envenenado. (O)

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba