Luis Vélez: un migrante que apareció como mendigo

Es un pequeño cuarto funesto y oscuro. Las paredes que algún día fueron de color blanco hoy tienen un tono plomizo; están manchadas y salpicadas por la humedad. El piso de cemento despide frío.

A pesar de que es lugubre y sombrío, permanece limpio. Hay dos pequeñas camas metálicas, de una plaza. Una está vacía, sin colchón, junto a una puerta de metal, que casi siempre se mantiene cerrada con picaporte desde afuera.

Cerca de una pequeña ventana con vidrios sucios y empañados que dejan entrar un poco de claridad, está la otra, al fondo, en una esquina a la lado del pulsador de un foco que casi nunca se enciende.

Allí permanece Luis Octavio Vélez Vélez, de 42 años. Tiene dos cobijas: la una la usa para cubrirse, y duerme sobre la otra. Su mirada es penetrante y a momentos desorientada; parece confundido, turbado, aturdido, apenas habla y balbucea.

Es amable y saluda con su mano entreabierta, pues se le dificulta extenderla porque está atrofiada debido a que la mayoría del tiempo la tiene empuñada y pegada a su pecho.

Vive en una humilde casa de techo de teja, junto a la vía en la parroquia Principal, en la comunidad de Celel, del cantón Chordeleg, en la provincia de Azuay. Tiene dos hijos: Anderson de 13 años y Digna, de 19.

Lo cuidan su madre Zoila Vélez Jara, de 65 años; y su padre Angel Polibio Vélez, de 61. Ambos se dedican a la agricultura y lo poco que ganan apenas les alcalza para sobrevivir. Su vida es un verdadero sacrificio.

Solo Luis sabe lo que le sucedió, pero no puede contarlo, pues perdió la memoria y hoy tiene discapacidad intelectual severa. En 2007 contrató a un coyotero para regresar a Estados Unidos (EE.UU), en donde vivió tres años.

El 7 de junio de ese año emprendió viaje junto con su primo Pablo Mauricio Vélez López, de 19 años; su cuñado Jorge Rigoberto Jara Jara, de 20; y sus amigos Jorge Eladio Sigüenza Suárez, de 20 y Brucel Alberto Buñay Bermeo, de 23.

Según el testimonio de un familiar de Luis, que consta en un expediente en la Fiscalía de Azuay, pero que no está identificado con nombres ni apellidos, los jóvenes se comunicaron por última vez el 23 de junio.

Según el documento, que no es público y que tampoco está digitalizado, los viajeros informaron que estaban en Colombia y que se aprestaban a embarcarse en una lancha para ir por el mar hasta Nicaragua.

Desde allí no volvieron a saber de ellos, pero según cuenta Angel Vélez, padre de Luis, pocos meses después, en septiembre, recibió una misteriosa llamada telefónica de un hombre que dijo ser de Colombia.

El ciudadano le informó que los compatriotas estaban perdidos en su país y que llegaron hasta una tienda de su propiedad. Hubo una segunda comunicación, pero Angel no recuerda los detalles con precisión.

Enseguida buscó ayuda de las autoridades del cantón y la provincia, e incluso, con los padres de los otros desaparecidos, habló con Rafael Correa, en ese entonces presidente del Ecuador, pero no tuvieron una respuesta afirmativa.

Las autoridades nos dijeron que seguramente era un engaño o un chantaje del coyote, y que debíamos esperar, pero no nos dieron la ayuda que necesitábamos para encontrar a nuestros hijos…”, señala.

Pasaron dos años de dudas e incertidumbre, cuando algo extraño y hasta ahora inexplicable ocurrió. En septiembre de 2009 Luis fue visto en el sector de Zharbán, en el cantón Gualaceo, que está a unos cinco minutos de Chordeleg.

Quienes lo reconocieron avisaron a su padre, y este inmediatamente se reunió con algunos amigos y familiares y fueron a buscarlo. Después de cuatro días lo encontraron desorientado, casi desnudo y desmemoriado.

Los allegados pidieron ayuda a Andrea Ledesma, quien hoy es abogada en los Estados Unidos (EE.UU), y en ese entonces estaba a cargo de la oficina de asesoría en migración 1800 Migrante, en Ecuador.

Ledesma recuerda que pidió la asistencia de la Secretaría Nacional del Migrante (SENAMI), Defensoría del Pueblo del Ecuador (DPE) y de los municipios de Chordeleg y Gualaceo, para asistir a Luis.

También de la Gobernación de Azuay, del Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES), Ministerio de Relaciones Exteriores, y asimismo puso en conocimiento de la Fiscalía en Gualaceo nadie colaboró como lo esperaba. 

Ella se encargó de las gestiones para que Luis puede recibir medicamentos y atención médica en un establecimiento público. Asimismo para que su madre sea beneficiaria de un bono del Estado, y hoy recibe 240 dólares mensuales.

Este Diario pudo acceder a un certificado médico sobre la condición de Luis, que reposa en los archivos de 1800 Migrante. El documento tiene como fecha 11 de noviembre de 2010 y está firmado por Alexandra Pangol, médico tratante.

Consta: “su sintomatología se caracteriza por agitación psicomotriz, alucinaciones audiovisuales, y agresividad, recibiendo tratamiento farmacológico… siendo su sintomatología compatible con esquizofrenia paranoide”.

Y continúa: “se realiza una tomografía simple de cráneo el 28 de septiembre la misma que reporta presencia de atrofia cerebral”. Hoy Luis recibe tratamiento con Valpakine, Haloperidol y Carbam, que el entrega el Estado.

Su madre relata que Luis en lo poco que habla repite frases como Genaro 14, comandamente 14, Viche, y que cada dos o tres meses, dependiendo si está violento o no, acude a una casa de salud pública para que lo revisen.

Según Marco Tenorio, médico neurólogo, quien examinó los análisis médicos de Luis, no tiene traumas ni golpes, y que su enfermedad puede deberse a una sobredosis de alguna sustancia psicotrópica.

Generalmente esto ocurre cuando una persona consume en exceso droga o ha estado sometida a alguna sustancia contaminante que ingresa por las vías respiratorias y afecta el cerebro…”. Recomienda un examen neurológico profundo.

Ernesto Almagro, exsargento de la Policía Judicial (PJ) en Azuay, ahora abogado de profesión, participó en la investigación del caso de Luis. Indica que en 2008 lograron capturar al coyote responsable: Edgardo Abrahám N.

El Primer Tribunal de Garantías Penales del Azuay lo sentenció a dos años de prisión, dentro del proceso judicial cifrado como 01901-2008-0023. A decir de el exuniformado, recuperó su libertad al cumplir algo más del 50% de la pena.

Finalmente hay varias hipótesis sobre lo que le pasó a Luis: fue secuestrado y maltrado por algún grupo armado en Colombia; sufrió una impresión por un hecho de extrema violencia, o fue drogado e intoxicado.

Sus padres a pesar de que los diagnósticos médicos son poco alentadores, no pierden la esperanza de que pueda recuperarse y contar lo que le pasó, y dónde están los otros migrantes.

Esta es una de tres entregas sobre las consecuencias negativas que deja la migración en Azuay: desapariciones, muertes, extorsiones, amenazas, estafas, sentencias y familias desintegradas.

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