Rafael reúne su mundo en el quinto centenario de su muerte

Rafael alcanzó la plenitud en la Roma de los papas. A sus órdenes retrató como nadie cardenales, mujeres y cortesanos que ahora vuelven a estar juntos en una exposición en la capital italiana con motivo del V centenario del genio renacentista.

Las Escuderías del Palacio del Quirinale acogen hasta el próximo 2 de junio una imponente muestra con más de cien obras del maestro de Urbino para reivindicar su valor universal, algunas llegadas de museos como el del Prado de Madrid o el Louvre de París.

La idea es recorrer de forma retroactiva su trayectoria, desde sus últimos años de vida en Roma, donde muere el 6 de abril de 1520 con 37 años, hasta su paso como aprendiz por Florencia o sus orígenes en Urbino, donde nace en 1483.

Se trata por ende de una «ocasión única para ver juntas en un mismo lugar» algunas de sus obras más célebres en una muestra de dimensiones «inéditas», según sus organizadores.

UN PRECOZ ARTISTA ENTRE DOS PAPAS

Rafael llega a Roma en 1508, con apenas 27 años. Es una ciudad en plena efervescencia cultural en la que enseguida se pone al servicio del pontífice Julio II Rovere, con quien logrará gran notoriedad.

Y es que la vetusta ciudad del Tíber era en ese momento el «centro cultural y humanista de Europa y del mundo», según explica a Efe el director de la florentina Galería de los Uffizi, Eike Schmidt, una fama sin duda agrandada por la pareja entre el papa y el pintor.

En los pasillos puede verse el retrato que hizo de Julio II, de mirada apagada y con una larga barba blanca que prometió no afeitarse hasta que las tropas francesas no abandonaran la península itálica y dejaran de hostigar a los Estados Pontificios.

El papa murió en 1513 y le sucedió en el trono de San Pedro León X, de los Medici, con quien el artista siguió acrecentando su fama. También lo retrató, acompañado esta vez de dos cardenales.

Durante este pontificado Rafael alcanzó su culmen, a pesar de su juventud, y fue incluso nombrado responsable de la Fábrica de San Pedro en 1514, llegando a supervisar la grandiosa obra de la basílica vaticana, cuyos planos pueden verse en la muestra.

La exposición presenta dos de los retratos femeninos más bellos que pintó: el de la «Fornarina» (1519-1520), una joven desnuda considerada su amante, y «La Velata» (1512-1513), representadas ambas como si fueran la diosa Venus, siguiendo el ideal clásico.

Pero también sus estudios anatómicos o una de sus primeras obras, «La dama del Liocorno» (1505), que pintó después de apreciar en el taller de Leonardo Da Vinci la realización de «La Gioconda».

Desde España han llegado algunas de las obras más bellas de la exposición, como «La Madonna della Rosa» (1518-1520) desde el Museo del Prado, o el retrato de «Un hombre joven» (1518-1519) del Museo Nacional Thyssen-Bornemisza.

PASIÓN POR LA ROMA ANTIGUA

Uno de los documentos más interesantes es la carta que el pintor escribió en 1519 junto al humanista Baldassarre Castiglione al papa León X para exigir la conservación de las ruinas de la Roma antigua y de su gloria pretérita.

En el manuscrito, prestado por el Archivo de Mantua (norte), el joven expresa su desesperación ante el maltrato de las obras de arte romanas, por el expolio de los vestigios para emplear su piedra en la construcción de edificios renacentistas, aún hoy en día en pie.

«¿Pero por qué nos lamentamos de godos, vándalos y otros pérfidos enemigos si aquellos mismos padres y tutores que debían defender estas pobres reliquias de Roma han pretendido durante largo tiempo destruirlas?», se lee en el documento, considerado base en la concienciación del cuidado del patrimonio.

Por eso Rafael y Baldasarre piden al pontífice de los Medici que se preocupe por conservar las ruinas: «Por ello, Padre Santísimo, no debe ser el último pensamiento de su Santidad cuidad lo poco que queda de esta antigua madre de la gloria y la fama italiana».

En la tarde del 6 de abril de 1520 el gran genio moría de unas fiebres. Su muerte prematura fue llorada por papas y humanistas y fue enterrado con honores en el grandioso Panteón de Agripa, donde aún hoy reposa.

UNA GRAN MUESTRA EN MEDIO DE LA EPIDEMIA

La gran muestra con la que Italia quiere conmemorar al gran genio de Urbino llega en un momento en el que las autoridades recomiendan evitar las aglomeraciones dado el brote de coronavirus de Wuhan surgido en el norte, con más de tres mil infectados y 107 muertos.

En cualquier caso la exposición ha suscitado un enorme interés, como demuestran las más de 60.000 reservas que ha recibido, y hay quien teme que pueda ser interrumpida dada la emergencia y las fuertes medidas restrictivas que está impulsando el Gobierno.

Schmidt explica que en caso de que las autoridades ordenen el cierre obedecerán, pero de lo contrario están preparados para gestionar el flujo de visitantes y evitar que se abarroten las salas. Por el momento se han instalado distribuidores de desinfectante de manos por los pasillos.

«Podremos mantener abierta la muestra garantizando una distancia mínima entre los visitantes», promete el comisario. EFE

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