Sí. Entre los amigos, el barrio y el trabajo. La familia y los vecinos. La misma sed que usted y yo, ahora mismo tenemos. Y es que, tenemos sed.
El país está como en un desierto, y nosotros sedientos. Hay arena, sol, cactus, viento, depósitos de minerales, rocas, falta de precipitaciones y mucha sed. A la vez, hay un sin aliento, impotencia y temor. Tenemos sed.
Sed por sentirnos atendidos y respaldados de parte del Gobierno. Sed de cuidado. Sed de esmero. Sed de protección. Aún más, ante un fenómeno acreciente que nos deja desiertos. Desiertos en medio de la inseguridad. Sed porque lleguen respuestas y soluciones a innumerables preocupaciones y necesidades del país, las cuales demoran y no muestran un camino cercano para su superación.
La delincuencia ha traído un deforme escenario que era desconocido para el Ecuador. La organización policial no logra controlarla. Rebaza toda preparación, dotación e historia del país. La violencia y criminalidad se ha tomado cada ciudad. Hay descomposición y los ciudadanos tenemos sed de seguridad.
Sí. Sed de soluciones a una delincuencia que invade a cada ciudad. No hay barrio en paz. Cada día es más difícil transitar. Dedicamos más tiempo a mirar quién está detrás, que el paisaje que acompaña nuestro andar. Ahora importa más la hora y camino adecuado para caminar, que el aire para respirar. Las puertas tienen más candados y las ventanas no se abren más. Es tortuoso ver que en cada espacio la delincuencia se toma la ciudad.
Tenemos sed y no es cualquier sed. Es sed de seguridad. (O)