El 2019 paso a formar parte de la historia, quedo atrás y en el pasado se instaló. De igual forma cientos de sueños también se fueron con aquel año, por la razón más próxima a un futuro mejor. Entre anhelos y recuerdos, realidades y supervivencias; la frontera entre Estados Unidos y México ha escrito la muerte de más de 497 migrantes con tinta que culpabiliza al trabajo deficiente de países indiferentes al dolor, sufrimiento y muerte. Ciudadanos con diversos orígenes, pero que poseen una necesidad en común y es el progreso, trabajo y una vida mejor para ellos, para sus hijos y su familia. Los únicos límites los establece el miedo, el individualismo y la ambición, porque un mundo sin fronteras ni divisiones es posible en corazones sin discriminación, odio y egoísmo. El sol se esconde y las oportunidades también, pero cuando el cielo se despeja significa un nuevo porvenir ahí, aquí o en otro país. La tierra no posee firma, los países son desiguales y de gente consciente necesita el mundo. Una tragedia en las Américas que no cesa, sueños que se acaban y países que asesinan. (O)
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