En el Soneto a una nariz, Francisco de Quevedo y Villegas al referirse a una persona con nariz superlativa, dice: “Érase un hombre a una nariz pegado”.
Lo recordé reparando en que la gran mayoría de la gente hoy está pegada, no a una nariz grande, sino a un adminículo que fue creado como medio de comunicación y se ha convertido casi en una extensión del cuerpo.
Parafraseando a Quevedo diremos, érase un humano a su celular pegado.
Ver en todo espacio y lugar, personas sentadas, paradas, caminando, comiendo, conduciendo, hablando con otras, en el trabajo, el cine, el gimnasio, la iglesia, la cancha, el spa, la playa, el aula, el parque, la piscina… sin despegarse del celular asusta, no sólo porque se pierde la capacidad de interactuar con otros humanos, de realizar actividades que alimenten el cuerpo y el espíritu sin distractores, sino porque nos vamos convirtiendo en una sociedad “nomofóbica”, pues la mayoría se ha vuelto adicta al celular.
¡Despéguese! Y no permita que los niños se enganchen. (O)