De inocentes y años viejos

Rincón de Cultura

OPINIÓN | Hace 60 años, la vida era más simple, no solo en Cuenca, en muchos lugares del mundo.

Verdad es que la celebración de Inocentes, que ignoraba por completo sus orígenes crueles: la matanza de los niños menores a dos años, por orden del rey Herodes, según lo ha contado San Mateo, se sigue celebrando, y no faltarán quienes se disfracen, en una especie de ritual que permite a los seres humanos cambiar de personalidad, aunque sea momentáneamente.

Los Inocentes eran mascaradas, de todo tamaño; algunas como las de un club del barrio La Salle o de El Vado, enormes, otras de grupos de amigos o familiares, incluían niños. Recuerdo las comparsas de Vicente Tello y su hermano. En una ocasión era un cortejo de novios, Vicente me alcanzó a ver, en la plaza de San Blas y me sacudió el ramo de la desposada, que era de hierba maloliente de Santa María, por si fuera poco, con agua, en la cabeza, en medio del jolgorio general.

Los años viejos eran otra historia. Estaban los grandes, de algunos sectores: la Convención del 45, La Salle, El Vado y el infalible de los Tello. En una ocasión, como no tenían reparo en meterse con los políticos y el gobierno, les confiscaron los muñecos, y toda la gente iba a ver un mampuchito de plástico, puesto, irónicamente, en mitad del tablado.

Los que habíamos viajado a Guayaquil en la época navideña y de fin de año, volvíamos deslumbrados por los grandes muñecos, que alcanzaron en poco tiempo fama nacional: aquellos monigotes que desarrollaban historias gigantistas, en distintos sitios.

Acá, en barrios, como el mío, había tres o cuatro figuritas hechas con trapos, periódicos y una careta. Por toda la ciudad, además de los grandes a los que ya he aludido, aparecían pequeñas representaciones. Su figura era triste y pobre, de ahí que cuando se referían a alguien, para ponderar su mala situación económica, los irónicos infaltables, les llamaban “¡años viejos de media cuadra!-.

Ahora, a lo mejor, esas figuritas grotescas podrían haber sido las estelares, ante tantas prohibiciones y límites, impuestos por la pandemia.

En fin…, que más allá de las tristezas tengan Uds., amigos lectores, que nunca fallan, ¡un buen año 2021!, que no se parezca en nada al oscuro 2020, que tanta pena nos ha traído. (O)