Estos bueyes tenemos

Marco Carrión Calderón

Ha sido necesario llegar a tener bastantes más años de los que nunca imaginé para darme cuenta de cosas que antes sospechaba pero que consideraba simples pesadillas. Antes, cuando se acercaban las elecciones, pensaba, ilusionado, que todos podíamos contribuir para hacer que las cosas mejoraran, que había candidatos muy buenos unos y malos otros. Pero que los que se escogía ingenuamente sacarían al Ecuador del desastre al que había sido conducido por los “malos” políticos, tramposos y con ideologías erradas.

Y trabajaba, con bienes y persona, por el partido que creía “bueno”, que haría en efecto las cosas que había escuchado al líder, que sus ideas serían llevadas a la realidad y todo se transformaría, que la honestidad en la administración sería la regla, que la eficiencia de los nuevos funcionarios sería envidiable, que los excelentes principios constantes en la ideología del partido serían llevados a la realidad.  A poco de haber conseguido el anhelado triunfo podía ver que se empezaba a armar el gobierno, no con los mejores, sino con los que habían contribuido con bastante dinero para la campaña, con los que, zalameros, se habían situado permanentemente al lado de los mandamases y que no eran precisamente los más capacitados sino los más vivarachos.

A todas esas gentes le interesaban un rábano la ideología, los postulados y el destino del pueblo y del país. Lo que habían estado buscando era satisfacción para sus vanidades, negociados para engordar sus cuentas y cargos para familiares, amigos y compinches. Mucho me dolió, pero al fin pude superar y dedicarme a hacer lo mío con la mente lo más sana posible.

Recién a estas alturas de la vida me doy cuenta de que “estos bueyes tenemos y con estos bueyes tenemos que arar” como decía un viejo adagio, o bien “las cosas son como son y no como nosotros queremos que sean”. Es necesario ver las cosas con realismo y según eso proceder.

El Ecuador tiene apenas una especie de democracia y una Asamblea Nacional de vergüenza, con unos legisladores que, en su mayoría, son personas que no merecen, por muchas razones, estar en funciones tan delicadas. Pero sin embargo eso es lo que hay, con esos bueyes hay que arar ¡No queda más remedio! (O)