Manipulación informativa

Edgar Pesántez Torres

Es cierto que, desde el inicio de la información, ésta se la manejó con medios hábiles y hasta arteros en toda actividad, con distorsión a la verdad y a la realidad, en favor de los intereses particulares individuales o institucionales. Así es como se manoseó a lectores y oyentes en los campos ideológico, político, mercado, etc., enajenándolos hasta convertirlos en una masa de cretinizada, sin discernimiento. Si no, adviértase con los fanáticos en la política, credos religiosos, comercio consumista, música, deporte… y hasta en el amor.

Sin miedo a incurrir en demagogia se puede afirmar que, desde tiempos inmemoriales el periodismo tradicional -tradicional y no tradicionalista, términos que siempre invito diferenciar- ha sido una actividad social básica y destinada a defender los intereses del Poder, la reproducción y expansión de la ideología dominante. Pero también es cierto que evolucionó hacia la democratización y el compromiso social para ser vigilantes del Poder y controlador de sus desmanes, como contrapeso constitutivo del Estado de Derecho.

Con el avance de la tecnología y el nacimiento del mundo virtual, la información dio pábulo a divulgaciones perversas y antojadizas que, en vez de ser un medio de transmisión de noticias benéficas ha conducido a la sociedad al descarrío y el desquicio. A través de Internet y sus redes sociales “Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor/ Ignorante, sabio o chorro, pretensioso estafador/Todo es igual, nada es mejor/Lo mismo un burro que un gran profesor”

Los estafadores han inundado la sociedad y se han sumado a la delincuencia organizada, sin control del Estado a cuenta de la libertad de expresión y mercado.  Ahora no se requiere de la Academia para ser profesionales de la comunicación, quienquiera se vuelve y otros tóxicos bien remunerados por mecenas para que los sobredimensionen y engorden sus capitales. Es este grupo se han insertado extranjeros venezolanos y cubanos; pruebas al canto: un vacunador venezolano y una calandria cubana.

Antes se hacían presentes los colegios profesionales para denunciar a los charlatanes que timaban a la gente, ahora nadie controla a los hábiles embaucadores. Estos influencer, youtuber y tiktokeros se han dado a la tarea de seducir a pánfilos para que asistan donde los sagaces, quienes, por ejemplo, en el campo de la medicina, ofrecen exámenes de alta tecnología y curas con precios insignificantes; una vez atrapados, los esquilman hasta enfermarse ciertamente. Si antes el periodismo estaba al servicio del Poder, ahora estos “influyentes” están al servicio de los estafadores. (O)