La decisión del presidente estadounidense, Donald Trump, de ordenar la muerte del poderoso comandante iraní Qasem Soleimaní supone una arriesgada apuesta por intimidar a Irán y ha desatado temor entre los aliados de Washington a una nueva guerra en Oriente Medio.
El ataque con drones contra Soleimaní, comandante de la Fuerza Quds de los Guardianes de la Revolución iraní, podría considerarse como el movimiento más arriesgado de Washington en Oriente Medio desde la invasión de Irak en 2003, en opinión del veterano periodista del diario The New York Times David Sanger.
EL OBJETIVO: IMPEDIR UN «ATAQUE INMINENTE»
Hasta ahora, la narrativa del Ejecutivo estadounidense ha sido la misma. Este viernes, el secretario de Estado de EE.UU., Mike Pompeo, reiteró que el objetivo del ataque que mató a Soleimaní era impedir un «ataque inminente» que habría puesto en peligro la vida de militares y diplomáticos estadounidenses.
En entrevistas con las cadenas CNN y Fox, Pompeo rechazó ofrecer pruebas concretas sobre esa supuesta amenaza a pesar de que los demócratas están presionando para obtener información y se limitó a decir que la decisión de atacar estuvo basada en información de las agencias de inteligencia.
Además, Pompeo aseguró que EE.UU. está preparado para responder ante cualquier represalia de la República Islámica de Irán.
Su líder supremo, el ayatolá Ali Jameneí, juró que vengará la muerte de Soleimaní y la del vicepresidente de la Multitud Popular iraquí, Abu Mahdi al Mohandes, ambos muertos en la madrugada de este viernes en un ataque estadounidense con drones en el aeropuerto internacional de Bagdad
En respuesta, según medios estadounidenses, EE.UU. enviará a Oriente Medio a entre 3.000 y 3.500 soldados, que viajarán a la región como pronto este fin de semana.
«Estamos preparados para responder -reafirmó Pompeo en declaraciones a CNN- Hemos pensado mucho sobre esto. Pero recuerden, ellos nos han estado atacando durante meses».
EE.UU. QUIERE RESTABLECER UNA ESTRATEGIA DE DISUASIÓN
De esa forma, con el ataque, Washington buscaba en el fondo restablecer una estrategia de disuasión con Irán y mostrar que no quedarán impunes los incidentes en el estrecho de Ormuz, por donde cruza la quinta parte del crudo mundial, y los ataques de septiembre a refinerías saudíes, en los que Irán niega cualquier responsabilidad.
La tensión entre Teherán y Washington se ha incrementado desde que Trump ordenara la salida unilateral de EE.UU. del acuerdo nuclear de 2015.
En este caso, el punto de inflexión se produjo con la muerte el pasado 27 de diciembre de un contratista estadounidense en un ataque contra una base militar en Irak que el Pentágono atribuye a la milicia chií Kata’ib Hizbulá (KH), que según Washington tiene vínculos con Teherán.
En respuesta a esa víctima mortal, EE.UU. lanzó ataques en Siria e Irak contra la KH. Esa ofensiva estadounidense causó la muerte de una veintena de personas y provocó que cientos de simpatizantes de esa milicia reaccionaran asaltando la Embajada estadounidense en Bagdad.
EE.UU. INTENTA TRANQUILIZAR A SUS ALIADOS
Esos últimos incidentes en Oriente Medio y, sobre todo, el ataque mortal de EE.UU. contra Soleimaní ha despertado el temor a una nueva guerra en Oriente Medio y ha provocado la subida del precio del barril de petróleo, así como caídas en las bolsas de todo el mundo.
Para intentar tranquilizar a sus aliados, Pompeo conversó por teléfono con los responsables de Exteriores de cuatro países: Rusia, Francia, Alemania y Reino Unido.
Además, telefoneó al príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohamed bin Salman; al presidente de Afganistán, Ashraf Ghani; al poderoso jefe del Ejército paquistaní, el general Qamar Javed Bajwa, y al miembro del Politburó del Partido Comunista Chino (PCCh) Yang Jiechi, arquitecto de la política exterior del gigante asiático.
En las llamadas con cinco de esos ocho líderes internacionales, Pompeo reiteró una y otra vez que EE.UU. tiene un gran interés en «reducir las tensiones» con Irán.
Por su parte, el Gobierno iraquí ha criticado duramente el ataque y ha considerado que supone una «violación de su soberanía».
En respuesta, en Twitter, Trump recordó al Ejecutivo iraquí que le ha otorgado miles de millones de dólares en ayuda y consideró que el pueblo iraquí no quiere estar «dominado» por Irán, que comparte frontera con Irak y, como EE.UU., tiene intereses estratégicos en ese país.
UN ATAQUE SIN CONSULTAR AL CONGRESO
Las críticas no le llegaron a Trump solo desde el plano internacional. A nivel interno, la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, reprochó a Trump que ordenara el ataque «sin consultarlo al Congreso» y le pidió que ofrezca información «inmediatamente». Los republicanos, sin embargo, apoyaron esta acción.
El Congreso es el único que tiene poder para declarar la guerra; pero el Gobierno de Trump ha esgrimido que las operaciones militares puntuales, como el ataque contra Soleimaní, son legales y entran dentro de los poderes que la Constitución otorga al presidente como comandante en jefe. EFE