Con su ataque a una base en Irak con tropas estadounidenses, Irán consiguió un gran logro a nivel interno, ante la demanda del régimen y sus bases de venganza, pero en el plano internacional no ha demostrado sus capacidades frente a Washington.
«Una dura venganza» fue prometida por el líder supremo iraní, el ayatolá Alí Jameneí, un lema del que se hizo eco la multitud que asistió a los funerales del poderoso comandante de la Fuerza Quds de la Guardia Revolucionaria, Qasem Soleimaní, asesinado hace una semana en un bombardeo selectivo estadounidense en Bagdad.
El precio de la sangre de esta popular figura, a quien el propio sistema teocrático de Irán había presentado como un mito y un héroe, debía ser pagada por EE.UU., por lo que la Guardia Revolucionaria atacó con misiles la base aérea de Ain al Asad, en el oeste de Irak.
«Ese ataque era la respuesta a una necesidad y petición interna, sobre todo entre el círculo de los seguidores del sistema y los militares que llevaban a cabo operaciones fuera del país bajo el mando de Soleimaní», explicó a Efe el analista iraní Mehdí Motaharnia.
Este catedrático de ciencias políticas de la Universidad Azad de Teherán detalló que «los que se conforman con ese nivel (de respuesta) insisten en que Irán ha atacado una base militar de una superpotencia mundial para vengarse por la sangre de su general».
UNA MEDIDA MÁS BIEN SIMBÓLICA
Esta ataque ha servido por lo tanto sobre todo para mostrar el poderío militar de los Guardianes de la Revolución a nivel interno y de momento ha calmado a algunas capas de la sociedad.
En opinión de Motaharnia, las autoridades iraníes estaban «bajo presión psicológica y si no mostraban su voluntad política para una respuesta militar iba a comenzar el colapso de las fuerzas existentes en torno al centro del poder».
El propio comandante de la Fuerza Aeroespacial de la Guardia Revolucionaria iraní, Amir Alí Hayizadeh, justificó ayer que no buscaban «matar a nadie en la operación» sino destruir «la maquinaria de guerra y los centros de comando» de EE.UU.
Por su parte, el presidente estadounidense, Donald Trump, dijo que no hubo bajas mortales, ni de estadounidenses ni de iraquíes, y que el daño material fue «mínimo», aunque imágenes por satélites muestran destrozos significativos.
El líder supremo de Irán calificó el ataque de «una bofetada» y advirtió de que eso «no es suficiente», sino que es necesaria la retirada de las tropas estadounidenses de Oriente Medio.
NO ES PROPORCIONAL AL ASESINATO DE SOLEIMANÍ
Según Motaharnia, en una confrontación el objetivo atacado por la parte que busca la represalia tiene que tener «el mismo peso a nivel político y militar» del blanco elegido por la primera parte agresora.
«En este caso, ante Soleimaní, equivaldría por ejemplo el secretario de Defensa estadounidense», apostilló el experto de la Universidad Azad.
Soleimaní era una suerte de ministro de Defensa y de Exteriores de Irán en ciertos países de la región debido a su influencia y apoyo a grupos chiíes como el libanés Hizbulá y el iraquí Multitud Popular, así como al régimen sirio de Bachar al Asad.
Como comandante de la Fuerza Quds, la encargada de las operaciones de la Guardia Revolucionaria en el extranjero, estuvo muy presente sobre el terreno en Irak y Siria respaldando a estas milicias aliadas.
En cuanto al lugar del ataque, para que hubiera sido proporcional la reacción de Irán debería haberse llevado a cabo «en un lugar cercano a EEUU como Canadá o México», abundó el analista, quien también comparó que el bombardeo iraní no causó bajas mientras que el estadounidense provocó ocho muertos.
UN ATAQUE ACORDE CON LA CAPACIDAD DE IRÁN
«Irán ha tomado una medida en concordancia con su capacidad militar y económica», reconoció Motaharnia.
Irán presume de su sistema defensivo y, aunque es potente, sobre todo los misiles, no se puede equiparar al de EE.UU. Su armamento es de fabricación local debido al embargo internacional y en algunos casos, como su aviación, está anticuado.
Además, el país persa sufre una grave crisis económica debido a las sanciones impuestas por EE.UU. en 2018 y es escenario de un aumento del descontento interno que ha derivado en protestas populares contra el sistema.
Por todo ello, Irán ha revelado ante EE.UU. sus cartas. Asume una posición más bien defensiva, reacciona de modo limitado para evitar una guerra y no tiene una capacidad de represalia suficiente.
Trump de hecho no apostó por una represalia militar contra Irán por el ataque a su base en un discurso con «alta autoconfianza», según el catedrático de la Universidad Azad, que considera que en esta reciente disputa EE.UU. se ha alzado como «ganador». EFE