¡Seguro que no! No ha de estar ni en la cola. Habrá que esperar tres meses más. O mejor, tendrá que hacerse a la idea que no llegará. Se extravió, no pasó los controles, nadie lo explica, nadie dice nada, nadie lo entiende.
En ventanilla una funcionaria dirá: pregunte al lado, hay que esperar que llegue el repartidor, creo que sí lo vi, aquí estaba, ya se han llevado, ha de estar en otra bolsa, regrese mañana, intente preguntar arriba, vaya a la otra ventanilla, tenga paciencia, yo no sé, o no han mandado aún. Habrá un sinfín de afanosas respuestas que a la final ocultan la única verdad: el sistema de correos públicos del Ecuador, simplemente, no funciona. Colapsó por inercia e inacción. Nadie lo soluciona.
Enviar cartas físicas, postales o paquetes desde el Ecuador o hacia el Ecuador por el sistema público de correos, es una tortura e improductiva intención. No tiene final. Se convierte en una especie de bingo en donde no hay baile, tan solo desatención. Es como sentirse vejado y burlado por parte del Estado.
El sistema de rastreo por internet es tortuoso. Casi nunca funciona. Los paquetes están en procesos internos de reclasificación, referencias, demoras a nivel general, novedades que ya le harán saber y pre avisos que no son solución. Hay distractores que demuestran que al final, las cosas no funcionan bien. Está claro. En el Ecuador no existe un servicio postal público -que en pleno siglo XXI y en época de la tecnología y digitalización- funcione y genere mínima confianza al Ecuador. Hemos aceptado y tolerado el silencio y falta de solución.
Ojalá el Gobierno responda a esta preocupación, pero que no lo haga por Correos del Ecuador para que llegue –llegue-la solución. (O)