Muy generalizada es la idea de identificar tesoros con bienes materiales que tienen un elevado costo. En el planeta en que vivimos, los entornos naturales que facilitan la condición de vida son verdaderos tesoros al margen de su cuantificación monetaria. En las cercanías de nuestra ciudad hay un tesoro natural ajeno a la codicia y monetización: El Cajas. En la inmensidad de los Andes este espacio cuenta con peculiaridades particulares que enriquecen a la colectividad, como las grandes reservas de agua dulce esenciales para la vida liberada de la contaminación propia de los espacios urbanos.
La belleza de la montaña es un tesoro accesible a todas las personas que se acercan. El sentido estético de la condición humana se enriquece en este espacio sin que se tenga que gastar dinero para disfrutar del paisaje en el que la abundancia de lagunas engrandece el espíritu tonificado por la pureza del aire. Incursionar en sus múltiples espacios es uno de los más codiciados regalos que nos puede hacer la naturaleza. Al margen de materiales explotables que pueda haber en su subsuelo, los encantos que aparecen a la vista son tesoros vitales ajenos al “vil dinero”.
Estos tesoros deben ser cuidados con el mayor esmero posible tanto por instituciones públicas como por todos los ciudadanos que llegan por diversos motivos. ETAPA ha estado a cargo de esta tarea por delegación del Ministerio de Ambiente. Esperamos que esta decisión se prolongue por más tiempo ya que se trata de una acción directa de los que se encuentran en el entorno inmediato, que elimina las molestias del centralismo y su insaciable gazuza burocratizante. Los cuencanos somos los más cercanos a este tesoro y debemos seguir protegiéndolo. (O)