La proximidad del 75 aniversario de la liberación del campo de exterminio de Auschwitz, el 27 de enero, hace que en Alemania vuelva a reflexionarse sobre la memoria del Holocausto, lo que muchos ven también como una advertencia para el futuro, en medio del resurgimiento de la ultraderecha.
«Ocuparse de Auschwitz no es sólo una mirada a la historia. Es también una mirada a nuestra propia situación, es como mirarse al espejo», dijo este viernes Christoph Heubner, del Comité Auschwitz Internacional en una reunión con la Asociación de la Prensa Extranjera en Berlín.
Una visita al antiguo campo de Auschwitz operado por los nazis en la Polonia ocupada confronta a cualquiera, según Heubner, con el hecho de que tanto las víctimas como los verdugos eran seres humanos.
«Eso implica preguntarse en qué medida cada uno hubiera podido ser víctima o verdugo en situaciones similares», explicó.
«Los supervivientes siempre lo han repetido: ocurrió, luego puede volver a ocurrir», agregó acerca del genocidio nazi, que acabó de manera sistemática y premeditada con la vida de millones de personas -judíos, gitanos, homosexuales, disidentes políticos y religiosos- entre 1941 y 1945
Heubner alertó, además, de que en Alemania y en otros países de Europa se está expresando ahora de manera más abierta cierto antisemitismo, que había seguido existiendo, aunque de manera latente, tras la II Guerra Mundial (1939-1945).
Por ello, a juicio de Heubner, es importante mantener el recuerdo vivo de lo que ha sido el trabajo de muchos supervivientes que cuentan su propia historia.
Para cuando ellos ya no estén, subrayó, hay que desarrollar otras formas de mantener la memoria
LA VOZ DE LOS SUPERVIVIENTES
«Todavía estamos ahí», dijo en la misma reunión Petra Michalski que, junto con su esposo Franz Michalski, se dedica a hablar en las escuelas alemana de la experiencia de los judíos perseguidos durante el régimen nazi y también de las dificultades que siguieron teniendo luego, durante los primeros años de la República Federal de Alemania.
En realidad, actualmente casi solo habla ella porque Franz Michalski tiene dificultades para comunicarse. «La que habla soy yo, pero únicamente le doy voz a su historia, es su historia», explicó.
«Al final siempre le digo a los jóvenes que ellos tienen que ser nuestros testigos. Y, con que haya uno sólo en cada clase que siga contando la historia, nuestro trabajo habrá tenido sentido», agregó.
Franz Michalski, hijo de padre católico y madre judía, huyó de su pueblo, cerca de Braslau en el este de Alemania, en 1944, cuando un policía que había decidido proteger a los judíos comunicó a su familia que su detención para ser deportados estaba próxima.
La fuga los llevó a Austria, donde fueron acogidos por un grupo de Testigos de Jehová en un castillo. Luego una antigua niñera de la familia los escondió en su granja.
«Una vez, al contar la historia, un niño me dijo que, si algo así volvía a ocurrir, hablaría con su padre, que tenía una casa grande, para escondernos», recordó Petra Michalski.
LOS SUPERVIVIENTES, A TODAS PARTES MENOS A ALEMANIA
Tras el final de la guerra, muchos supervivientes tomaron la decisión de vivir en cualquier lugar del mundo menos Alemania.
«Sin embargo, hubo una minoría que decidió justamente volver al pueblo donde habían vivido y crecido y que no querían permitir que la historia les arrebatará su patria», señaló Heubner.
Los Michalski, tras la guerra, se instalaron en Berlín, donde su padre encontró trabajo.
«Sus padres decidieron enviar a Franz al Canitius (el colegio de los jesuitas), donde lo pasó muy mal. Cada vez que había algo que tuviera que ver con estereotipos judíos, los curas le decían con tono irónico que eso era para él», manifestó.
La presión fue tan grande que Franz Michalski incluso intentó suicidarse con un cóctel de medicamentos. Y luego, durante muchos años, no habló de su experiencia como judío perseguido, se fue a vivir al sur de Alemania, se convirtió en comerciante de granos y se casó.
El tema del nazismo no se abordaba, tampoco su condición de hijo de judío, ni siquiera con amigos muy cercanos y uno de ellos incluso afirmó, en la casa de los Michalski, en 1979, que siempre evitaría estar bajo el mismo techo que un judío.
«Un año después murió de un infarto, siempre digo que se lo merecía, aunque Franz me pide que no lo diga. Doce años después nos encontramos con la viuda en Berlín cuando ya hacíamos nuestro trabajo en los colegios y Franz le contó toda su biografía», declaró Petra.
Franz había decidido hablar de su experiencia durante una conferencia en la que otra superviviente resaltó que, para los que habían escapado al Holocausto, la vida tampoco había sido fácil después de la guerra.
«A quién se lo dice», respondió Michalski, quien fue abordado entonces por una historiadora que le preguntó si estaba dispuesto a contarle su historia.
«No hace falta, lo tengo todo escrito», le dijo y le entregó sus apuntes. EFE