En la red que teje el tiempo para cada vida se notan hilos de todos los colores simbolizando los diferentes momentos de la existencia y las tantas emociones que cotidianamente nos trae.
Los momentos dichosos de la niñez y su frescura se asocian al blanco por su pureza e inocencia, por el candor y la paz. Al asomarse la adolescencia viene las tonalidades del verde y la esperanza, los planes de vida natural y los nuevos afanes. En la juventud juegan los amarillos del sol y la luz con los deseos de riqueza y poder, pero también las gamas del rojo con la fuerza y la pasión del corazón, la vitalidad y el peligro.
Los matice rosa viene con el delicado respeto que trae la dulzura del amor y la franqueza de la amistad.
Los ajustes del gris y el negro asoman sin pensar con la tristeza, la decepción y la muerte.
Tantos colores que se guardan en la profundidad del espíritu ligados a la raíz de nuestro ser, en esa red para pescar recuerdos y sentir el pulso de la vida, el florecer de los amaneceres, la paz de las noches estrelladas, y la caricia del viento en los trigales y la solemnidad gris de las montañas con s formal sobriedad.
Y todo es vivir… (O)