Papel, agua y lápices, sí; sombreros y teléfonos móviles, no: la austeridad y el hermetismo marcan la jornada inicial en el Senado del juicio político contra el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, el tercero en la historia del país.
Si prohibir alimenta el deseo, como apunta el dicho, la expectación generada por el “impeachment” a Trump es un ejemplo paradigmático.
“Dormir, tomar fotografías y llevar sombrero (excepto para propósitos religiosos) están todos prohibidos”, reza una de las reglas de “decoro” para asistir al proceso de destitución.
La escena dentro de la Cámara Alta, a la que un grupo reducido de periodistas tienen acceso previo paso por un detector de metales, revisión de un policía y entrega de su teléfono celular, podría datar del arranque de la República estadounidense, más de dos siglos atrás, por la ausencia de cualquier artilugio digital.
Solo las taquígrafas, que se turnaban con rigor militar, mostraban aparatos electrónicos en el pleno.
El centenar de senadores, por su parte, escuchaba las intervenciones de fiscales y defensa revisando sus abultadas carpetas con montañas de páginas y garabateando en sus cuadernos de notas.
“Nadie en la sala puede aplaudir o cometer cualquier otro tipo de demostración por señales o sonido”, agrega otra de las restricciones.
Poco se puede hacer, sin embargo, al respecto ante las sonrisas irónicas o muecas sarcásticas, que comenzaron a aparecer a medida que avanzaba la jornada.
En una era como la actual, en que las redes sociales son parte consustancial de la labor política, la dieta marcada por el liderazgo republicano es tajante y puede generar síndrome de abstinencia: nada de teléfonos móviles.
Una de las senadoras más populares, Elizabeth Warren, aspirante a la candidatura presidencial demócrata, advertía a sus seguidores de Twitter sobre el silencio electrónico.
“No se nos permite a los senadores tener nuestros teléfonos en la cámara, así que entregaré las claves de esta cuenta a mi equipo durante el juicio político. Síganla para recibir actualizaciones e información que ayuden a explicar lo que está ocurriendo en el pleno del Senado”, anunció Warren, minutos antes del inicio del proceso.
En los pasillos del Capitolio, con un policía en cada esquina, los periodistas persiguen a los senadores, que los esquivan en una curiosa coreografía.
Cada cierto tiempo, no obstante, los policías reúnen a los periodistas en espacios acordonados; y son los senadores quienes deciden si acudir a conversar (los demócratas) o eludir la conversación (los republicanos).
Poco antes del comienzo, otra oscura norma interna se extiende entre los reporteros y provoca el consiguiente revuelo.
El senador republicano por Florida, Rick Scott, informa de que solo se permiten dos tipos de bebidas en el hemiciclo, agua o leche, lo que desata una nueva ola de perplejidad.
A continuación, los expertos en historia del Senado tratan de calmar los ánimos al asegurar que esta norma no se aplica exclusivamente a los juicios políticos, ya que lleva en vigor desde 1966, y recuerdan que tanto el café como el alcohol u otras bebidas no pueden ser consumidas en ningún momento.
Para ofrecer un respiro al nerviosismo generalizado (es decir, para pasar por el cuarto de baño y revisar los teléfonos móviles) el presidente temporal de la cámara y jefe del Tribunal Supremo, John Roberts, llama a un breve receso y la sesión se levanta momentáneamente. EFE