Hace aproximadamente un cuarto de siglo fui encargado de invitar a un magnate de la economía, un filántropo para la institución donde fui su servidor, con el fin de que asiste a un acto cultural y académico. Cuando llegué a su oficina me recibió parco y diplomático, a la vez. Al estrecharle la mano y circunvalar su cintura noté que llevaba puesto un corsé.
Una vez enunciado el propósito y entrado en confianza, le pregunté si tenía problemas con su columna, a lo que me respondió con una frase patética: –No, doctor. Es un chaleco antibalas que me quita libertad. Desde entonces supe que los ricos no son libres, viven escudados con pesados atuendos y custodiados por un tropel de salvaguardias.
Por entonces, sin ser empedernido de los comics conocí a Benjamín Franklin Parker, apodado tío Ben, personaje ficticio de las historietas estadounidenses, quien dijera: “Un gran poder, conlleva una gran responsabilidad”, que bien puede extenderse la palabra “peligro”. Sí, porque quien tiene acumulado en exceso poder, también acumula gran número de enemigos y consecuentemente de peligros.
El poder omnímodo al ser la facultad de hacer determinada cosa sin que nadie lo impida, ha conducido al abuso y a las grandes catástrofes mundiales. Pero también el gran poder ha dado grandes respuestas en beneficio de la humanidad. Los poderosos del mundo, no obstante, han perdido la libertad y viven al acecho y al asecho de millones de hostiles.
Un estudio internacional reciente da cuenta sobre los 10 personajes más protegidos del mundo, quienes gastan verdaderas fortunas por su seguridad. Sumando los montos de sus seguridades, el capital acumulado sería suficiente para sacar de la pobreza y la miseria a los países subsaharianos. ¿Quiénes son estos poderosos? En orden de derroche: Vladimir Putin, Donadl Trump, Kim Jong-un, Papa Francisco, Xi Jinping, Mohamed bin Salmán, Reina Isabela, Mark Zuckerberg, Floyd Myweather y la pareja príncipe Harry y Meghan Markle.
Volviendo a mi encuentro con el poderoso personaje referido al inicio de esta cuartilla, me adicionó: –Doctor, nosotros no tenemos privacidad para nada y nuestras vidas están en peligro constante; por ello, aquí mimo merodean guardaespaldas y dónde voy, ellos siguen y conocen mis intimidades.
Ahora bien; son estos mismos salvaguardias que más tarde delatan las excentricidades de los magnates, tal como lo hizo Juan Reinaldo Sánchez en “La vida oculta de Fidel Castro”. Alguien ya estará bosquejando un libro sobre la vida íntima, borrascosa y atormentada de RCD. (O)