La inmigración china a Ecuador sirve de excusa al cineasta ecuatoriano Paúl Venegas para cerrar uno de esos círculos de vida que le quedaban abiertos de su «nomadismo» por el mundo, en un filme que brinda al espectador una mirada introspectiva e insólita a un fenómeno global.
El director ecuatoriano (Ambato, 1970) estrena esta semana una obra, «Vacío», que aborda las complejidades de la migración china en una semana en la que Quito acoge el Foro Global de Migración.
«La idea surge en 2010 del coguionista Carlos Terán, que tiene origen chino. El quería hacer algo sobre el barrio chino de la Habana», recuerda Venegas a Efe sobre el proceso de maduración de una temática que cree que no está «suficientemente visibilizada» en Latinoamérica.
Premiada en el último Festival Internacional de Cine de Guayaquil, «Vacío» recoge la historia de un hombre y una mujer que llegan a Ecuador desde China de forma clandestina, ella con el sueño de alcanzar Nueva York y él con el de traerse pronto a su hijo.
«El ‘Voy al chino’ se replica de una capital en otra para referirse a la tienda de alimentos. En Buenos Aires, Milán, Madrid, París, incluso en África», subraya sobre la extensión global del fenómeno, e insiste en el poco conocimiento que hay de esta cultura y de la «China contemporánea».
La primera migración china a Ecuador data de hace unos 170 años, pero Venegas prefiere enfocarse en la corriente que comenzó a llegar a partir de la última década, cuando el entonces presidente Rafael Correa enmendó las leyes migratorias.
Y desmonta en su filme los mitos hacia un fenómeno que se origina por múltiples razones, y que acaba engordando unas comunidades en todo el mundo y que en Ecuador concentra a unos 100.000 miembros.
Ciudadano del mundo -la lista de países en los que ha vivido es interminable-, a sus 49 años Venegas rinde culto a una cultura que conoce desde adentro porque vivió en China cinco años.
Y desde adentro ha querido analizarla a través de personajes como Lei (la inmigrante), Wong (el inmigrante) y Chang, este último un mafioso bipolar radicado de antes que se obsesiona con ella y amarga sus días en la realidad de una Guayaquil cosmopolita.
Director financiero reconvertido en cineasta a los 33 años por el impacto que dejó en él un viaje por la Ruta de la Seda, esta coproducción Ecuador-Uruguay-Colombia refleja lo que para Venegas representa la migración: «Un salto al vacío».
Un salto en busca de los «sueños» más insólitos, los mismos que un día le llevaron a explorar otras culturas y países.
Un salto hacia la «angustia» del inmigrante, en «un viaje de emociones profundas inmersas en relaciones masculinas de poder y donde las personas luchan por salvar su dignidad».
Su mayor atrevimiento en esta producción ha sido la de incorporar en su elenco a verdaderos migrantes.
«Pensamos filmar en China pero al final fue imposible por los costes. Entonces busqué chinos para formarlos aquí, de forma que interpretan un guion pero las sensaciones son propias», explicó.
También ha contado con el actor guayaquileño Ricardo Velastegui (Víctor), que a su vez retrata lo que considera como idiosincrasia guayaquileña a través de un personaje «machista, mujeriego, hincha ferviente del fútbol», símbolo del contraste con la cultura china.
Atribuye a su «nomadismo» la elección de la temática en la que presenta su manera de ver el mundo «y entender que somos uno solo», así como su deseo de «visibilizar historias, comunidades que nadie les para bola».
En 2010, Venegas produjo en Buenos aires «Defense 1464» sobre la «historia negada» de los afroargentinos y ahora está abocado a un guion sobre el caso de contaminación de la multinacional Chevron, con la que desea «visibilizar» la «cosmovisión indígena».
«No me interesa mucho el cine de ombligo, el ‘despertar en la hacienda’, que es lo que se retrata bastante en el cine ecuatoriano. Me interesan historias que se conecten a la gente y descubran cosas», comenta.
Como migrante durante tantos años, expone su propia visión de una migración que «comienza por la esperanza, sigue en la desilusión del lugar y, de a poco, se transforma en nostalgia».
«Entonces nos cuestionamos por qué nos fuimos y extrañamos nuestra patria, y eso conduce a una ira personal y culmina en un salto al vacío, a la ansiedad de un futuro incierto», el título de esta producción ecuatoriana, insólita no solo por su temática sino también porque el 70 % de los diálogos son en mandarín. EFE