La posibilidad de que Diana Atamaint sea juzgada por la Asamblea y retirada de su cargo, dependerá de la votación de los socialcristianos, los de la revolución ciudadana, el socialismo y Pachakutik, organización a la cual la presidenta del CNE, pertenece.
Las actuaciones de los vocales de minoría Luis Verdesoto y Enrique Pita han sido de una franca oposición al trío integrado por Atamaint, el socialcristiano José Cabrera y la correista Esthela Acero, a quien se le imputa, entre muchas irregularidades, la contratación del Director de Procesos Electorales, Luis Loyo, que carga sobre sus hombros 34 procesos penales; y, además, la designación de varios funcionarios a quienes les vieron como protagonistas del fatídico paro de octubre pasado, vinculados con Jaime Vargas.
Cuando el CPCCS transitorio reorganizó todas las funciones del Estado secuestradas por los amigos de la Revolución Ciudadana, el pueblo ecuatoriano pidió a gritos despolitizar las acciones de estos Poderes independientes del ejecutivo, para devolver la moral y paz pública a un país desconsolado por la impunidad.
Luego de ser nombrados, no pasaron muchas horas, y de los cinco miembros del CNE, se juntaron por generación espontánea los actuales tres vocales de mayoría, formando un bloque infranqueable para soportar denuncias de toda clase, y con una paz envidiable, negar todo.
La presidenta del CNE, enfrenta un juicio político que parece, le tiene sin cuidado. Ella muy oronda habla de la pulcritud de sus acciones, y recurre a la vieja estrategia de invocar su origen étnico para sentirse supuestamente perseguida por su condición, otra de las tantas aberraciones que se han puesto de moda en este país, en el cual el título de “perseguido político” es la actual carrera profesional para alcanzar fama.
En este ajedrez de votos de cara a las elecciones del 2021, se volverán a juntar en la Asamblea tirios y troyanos, patricios y plebeyos, en búsqueda de asegurarse el futuro. ¿Se salvará Atamaint? Las apuestas están tres a uno, a favor del sí. (O)