De museo a bodega, podría llamarse la telenovela que relata la trágica historia de cómo el Museo del Banco Central del Ecuador se transformó- en el caso de Quito- en bodegas que hoy corren el riesgo de colapsar.
Muchos de quienes viajábamos a Quito desde los años setenta del siglo pasado, teníamos como parada obligatoria una visita al Museo del Banco Central. Creado por Hernán Crespo Toral, fue el proyecto y la obra más grande que se ha hecho en la historia del país para rescatar y poner a disposición del público, colecciones invalorables de arqueología, arte colonial y republicano, así como de numismática.
En tiempos en que la reserva monetaria del país tenía que estar respaldada por oro en el Banco Central, se tuvo la magnífica iniciativa de comprar piezas arqueológicas de oro con lo que se rescataron obras que, de lo contrario, se habrían vendido para ser fundidas o llevadas fuera del país. Esas reservas arqueológicas fueron aumentando y complementándose con arte colonial y republicano. Bajo la mirada especializada de Hernán Crespo, el Museo llegó a ser de los mejores del continente.
Con el gobierno de Correa se creó el Ministerio de Cultura, dentro de los veinte y más nuevos ministerios que sirvieron para dar empleo a quienes habían trabajado en la campaña electoral. Nació allí una dependencia con el pomposo nombre de Subsecretaría de Memoria Social. Hoy las innumerables obras de arte, piezas arqueológicas, libros y documentos, reposan embodegados en el Edificio Aranjuez de Quito, edificio que está en alto riesgo de colapsar. Acaban de ser evacuados los empleados, por seguridad. Pero la “memoria social” sigue en riesgo y embodegada. (O)