El país ha vivido en vilo, durante la semana pasada, a causa de un ciudadano de nacionalidad china, que luego de bajar de su avión y pasarse varios días recorriendo las calles de la Capital de la República, y quizá hasta dando la mano a muchas personas, aunque los orientales suelen más bien utilizar la venía en lugar del estrechón de manos, con todo, sus contactos potencialmente habrían tenido riesgos, antes de que los organismos de Salud, “poniéndose las pilas”, hayan aislado a este infortunado ciudadano que agravó su salud.
Lo que más llama la atención en este caso, ciertamente penoso y digno de mayores acciones y sobre todo más oportunas, de parte del Ministerio de Salud, es la serie de dilaciones y titubeos ofrecidos al más alto nivel respecto al diagnóstico del referido paciente que vino al Ecuador, posiblemente infectado con el Coronavirus, que está causando alarma a nivel mundial, a tal punto que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró en días pasados la emergencia internacional respecto a este peligroso brote epidémico, que ya ha causado centenares de víctimas. Mantener en tensión a todo el país a la espera de que, desde los EE.UU. se dictamine si es que el paciente en referencia tiene Coronavirus, da muestras de nuestra poca previsión, sobre todo si países vecinos ya disponían de los métodos adecuados para una rápida detección de este nuevo virus de alta peligrosidad.
La salud de los ecuatorianos, ciertamente merecería mayor acuciosidad, sobre todo si se toma en cuenta que prácticamente todos los países con cierto nivel de infraestructura sanitaria, se han mostrado mucho más rápidos y efectivos en casos similares de posibles afectados por esta epidemia.
Esta penosa constatación, se da paralelamente a nuevos descubrimientos de medicamentos caducados que permanecían en bodegas muy secretas, quizá para garantizar la impunidad de los responsables de estos perjuicios millonarios a la salud de los habitantes del país. Ojalá la epidemia de Coronavirus sea tratada con mayor celeridad, en cuanto a los protocolos que garanticen impedir una expansión del virus. (O)