El presidente de EE.UU., Donald Trump, aprovechó este martes la fractura que ha generado su juicio político en el Congreso para impulsar su campaña de reelección, con un discurso sobre el Estado de la Unión que fue como un «caramelo» para sus votantes y todo un revulsivo para la oposición demócrata.
En su discurso anual ante los mismos senadores que este miércoles votarán para, a todas luces, absolverle de los cargos políticos que enfrenta por sus presiones a Ucrania, Trump esquivó cualquier mención al «impeachment», pero la tensión que ha ocasionado ese proceso de destitución flotó en el aire durante todo el acto.
UN GESTO «VENGATIVO»
El ejemplo más gráfico estuvo en su interacción con la presidenta de la Cámara de Representantes, la demócrata Nancy Pelosi, la misma que hace menos de cinco meses decidió investigarle por el caso de Ucrania.
Si en el discurso sobre el Estado de la Unión de 2019, Pelosi llegó a protagonizar un meme por su efusivo aplauso a Trump cuando él pidió más «cooperación» bipartidista, este año fue la frialdad que se demostraron ambos lo que copó los titulares.
Cuando Trump llegó al hemiciclo y le entregó una copia del discurso, Pelosi le tendió la mano, pero el presidente se dio la vuelta sin estrechársela, un gesto «vengativo», en palabras de Aaron Kall, un experto en Comunicación Política en la Universidad de Michigan, consultado por Efe.
Pero fue Pelosi quien tuvo la última palabra, y esperó al final del acto para agarrar la copia de la alocución que le había entregado Trump y romperla en dos a la vista de las cámaras, algo que justificó luego ante la prensa al tachar el discurso de «sucio».
El episodio reveló el punto al que ha llegado la polarización en el Congreso en los últimos estertores del juicio político, y dejó claro que, a nueve meses de las elecciones en las que busca su segundo mandato, Trump ha dejado atrás cualquier llamamiento al bipartidismo.
UN «CARAMELO» PARA SUS VOTANTES
«Buena parte del discurso fue un caramelo para su base de votantes más conservadora, especialmente en el tema de inmigración», dijo Kall, autor de un libro sobre los discursos sobre el Estado de la Unión.
La parte más parecida a un mitin electoral llegó cuando Trump reconoció entre sus invitados al polémico locutor de radio Rush Limbaugh, toda una estrella entre los ultraconservadores del país pero muy criticado por los progresistas debido a sus comentarios racistas.
Con la ayuda de la primera dama, Melania, Trump concedió allí mismo el máximo honor que puede otorgarse a los civiles en EE.UU., la Medalla de la Libertad, a Limbaugh, que acaba de anunciar que tiene cáncer de pulmón avanzado.
«El discurso pareció una alocución de campaña desde el inicio», afirmó a Efe una experta en el Gobierno estadounidense de la universidad de Virginia Tech, Karen Hult.
PARA LOS LATINOS, UNA DE CAL Y UNA DE ARENA
Incluso su énfasis en la buena salud de la economía, el argumento más potente de la campaña de reelección de Trump, generó abucheos de los demócratas cuando el mandatario alegó que si no hubiera cambiado las políticas de su predecesor, Barack Obama, «el mundo no estaría viendo ahora este gran éxito económico».
Trump utilizó el tema del aborto para motivar a sus votantes de la derecha cristiana y el de las armas para convencer a los conservadores de las zonas rurales, aunque también «tendió ramas de olivo a los votantes afroamericanos e hispanos, cuyo apoyo puede ser crucial para su reelección», opinó Kall.
En ese esfuerzo se enmarcó su invitación al líder opositor venezolano Juan Guaidó, reconocido como presidente interino de Venezuela por más de medio centenar de países, y cuya asistencia al discurso puede reforzar a Trump entre los votantes estadounidenses de origen cubano o venezolano en el estado clave de Florida.
Sin embargo, Trump arremetió también contra los indocumentados «criminales» y celebró su política de mano dura con la inmigración, una postura que puede perjudicarle con los latinos en otros estados.
EL TRUMP DISCIPLINADO
En la era Trump, el discurso sobre el Estado de la Unión se ha convertido en casi la única ocasión en la que el mandatario sigue el guión y se ajusta a los cánones de lo que se considera en Estados Unidos un comportamiento tradicionalmente «presidencial».
Aunque en esta ocasión ahondó la brecha partidista e incluso provocó que varios demócratas se marcharan en mitad del discurso, sí sorprendió a muchos al seguir el modelo del expresidente Bill Clinton en 1999 y no hablar directamente de su juicio político.
«Tuvo que suponerle una cantidad tremenda de disciplina (no mencionar el tema), y mucha gente no creía que fuera a conseguirlo», comentó Kall. EFE