La expresión “bolichicos” fue creada por Juan Carlos Zapata, periodista venezolano, para referirse a los “nuevos ricos” surgidos en los tiempos chavistas. Son empresarios jóvenes de familias adineradas que habrían incrementado su patrimonio siendo contratistas del régimen de Chávez y qué, a su muerte, lo siguieron haciendo con el discípulo más ignorante que pudo haber dejado el difunto: Maduro.
Alejandro Betancourt fue uno de los que más se enriquecieron con estos contratos: once de ellos vinculados al sector eléctrico y cinco con la petrolera estatal venezolana. Hoy, vive en España. Tiene varias demandas en su contra. En una de ellas, sus litigantes alegan que pagó un soborno de 50 millones de dólares a Diosdado Cabello, uno de los capos del cartel de Los Soles.
Para que la justicia norteamericana no sea implacable con él, contrató al abogado personal de Trump que en 1994 fuera alcalde de la ciudad Nueva York, Rudy Giulani. Él está encargado de hacer quedar bien a su cliente ante el Departamento de Estado de los Estados Unidos que investiga al “bolichico” por casos de corrupción y lavado de dinero. En el castillo de Alamín, propiedad de Betancourt, en España, se dieron cita Giuliani, el mismo Betancourt y el padre de Guaidó. Lo que el “bolichico” quiso demostrar a su abogado, fue que es “buena gente” al financiar a la oposición venezolana y al gobierno interino de Juan Guaidó. Esperaba que esta reunión sirviera para que su abogado convenciera a la justicia norteamericana de que abandone la investigación en su contra. Giuliani habría desplegado sus mejores esfuerzos en intentar convencer a fiscales norteamericanos que su cliente estaba haciendo un buen trabajo en pro de los Estados Unidos, financiando a los opositores de Maduro.
Con esto quedó dmeostrado que Betancourt es parte del círculo íntimo de Guaidó, aunque él y su padre lo nieguen y existan fotos que confirman lo contrario.
El alcance de los tentáculos de la corrupción y del dinero mal habido es inconmensurable, penetran y contaminan hasta las más puras intenciones, si es que las tuvo alguna vez, Juan Guaidó. Algo similar a lo que sucede dentro de nuestras fronteras, en donde la corrupción anda buscando como león rugiente a quien devorar y, cuyas “víctimas”, se cuentan a manos llenas… (O)