Carta a los jóvenes médicos

Gerardo Maldonado Zeas

Entre los elogios de la vida desde jóvenes comprendimos en las canciones de Sui Generis el profundo amor a la existencia. Era la época de confesar; como cuando Daniel, mi último hijo, declaró en el Carlos Cueva: Jorge Drexler es un ejemplo de cantante, un Otorrinolaringólogo, un amigo, un trovador, en el homenaje a 127 jóvenes que pasaron el dintel de las causas superiores.

Nosotros, quienes creemos en sus esfuerzos, decimos a voz viva que los amantes de la Medicina son un ejemplo de paz y solidaridad. Los padres nos conmovimos cuando le escuchamos a Daniel y Pamela Sánchez entonar “yo vengo a entregar mi corazón”, en pocas palabras decir que esta profesión, ante todo es de amor y perseverancia.

Logré abrazar a varios amigos y familiares; la carrera de Medicina es un reto sin tiempo, dijo Ricardo Ordoñez Vintimilla a nombre de los profesores de la vieja mística al contar algunas verdades de la profesión; un hombre bueno, mi amigo de libro abierto, como la vida misma.

Los padres, siempre hemos dado amor a nuestros hijos, sabiendo que la lucha por ser médico es como un reto eterno. No se acaba nunca y eso es bueno. De lo contrario cómo se consagraría el apego a los demás; hasta cuándo podrían decir de verdad que la medicina ante todo es solidaria, un cúmulo de amor frontal a quienes menos tienen, un lapso de eternidad en los ojos puros.

Vivimos una especial ceremonia; los hijos médicos de la promoción 2020-2021 de la Universidad de Cuenca, hicieron que nuestro corazón renazca. Tantos años de esfuerzo compartido, de interminables malas noches, de paradas enormes entre el desencanto y la siguiente meta.

Ahora, luego de las fotos y los abrazos de felicitación llegó a nuestras almas su ilusión como un regalo sin fecha; debemos de pedir al tiempo su abrazo hacia la profesión más linda y humana del mundo. Felicitaciones a estos jóvenes profesionales que ingresan al incalculable espacio del Internado, con la misma ilusión del labriego por encontrar la mejor cosecha, el perdurable canto de los pájaros. En verdad la vida está abierta para dignificarla. Tengan mucho cuidado en sucumbir ante el placer efímero del tiempo y el dinero. Amen con prestancia su vocación por los demás. El camino de los seres que entienden la profesión de curar, es la más rígida, pero también la más loable. Buenos vientos a estos queridos jóvenes que continúan en el interminable camino de amar de verdad. (O)