Torres del Paine

Nicanor Merchán Luco

En los primeros días del año tuve la suerte de estar con mi hijo Xavier, en moto, primero en el Parque Nacional Tierra de Fuego el que nos recibió con una impresionante aurora boreal, un encantador juego de luces mágicas que tiñe el cielo de manera difuminada, de color verde turquesa, rojo y rosado. El parque está ubicado en la Bahía Lapataia, en la margen del canal de Beagle cerca de la isla grande de Tierra del Fuego, en las islas del Atlántico Sur, un parque realmente sobrecogedor, perfectamente cuidado y lo que asombra es el manejo del turismo hacia esa bahía y ese parque. Se formó en la era glacial y en la última fase de la glaciación cuaternaria se formó un puente por el que se dice pasó el hombre y algunos animales a este continente.

El clima patagónico con temperatura media de cinco grados, la que llega hasta quince en verano y a una rica fauna y flora. Este parque de 63 mil hectáreas ubicado “al fin del mundo” fue creado en 1960 y protege sobretodo el bosque magallánico. Allí está el final de la Panamericana o si se quiere el kilómetro cero en la provincia de Tierra del Fuego de la Antártida e islas del Atlántico Sur.

Luego pasamos al Parque Nacional Torres del Paine, de 227 mil hectáreas, más o menos 10 veces más que el Parque Cajas, está ubicado en la cordillera de los Andes y en la estepa patagónica, cerca de la ciudad de Puerto Natales, fue creado en el año de 1959. Los guardaparques están por todas partes, muy bien capacitados, los que conocen muy bien del manejo turístico. Su famoso macizo rocoso de las cumbres del Paine se divisa de todo lado. Es conocido internacionalmente por su imponente belleza, cientos de turistas lo visitan diariamente. En el año pasado declararon que 280 mil visitantes estuvieron disfrutando de su singular belleza. Los que se conducen sin afectar para nada la fauna y la flora. Nos llamó la atención el pulcro manejo del parque. (O)