Muchos ciudadanos tienen un concepto negativo de los políticos y los identifican con oportunistas que buscan beneficios individuales mediante acciones censurables, como la corrupción. Los seres humanos necesitan agruparse para satisfacer de mejor manera sus necesidades y estas agrupaciones tienen que ser manejadas por personas; la política es una actividad noble que requiere la renuncia de muchos intereses personales para proyectar capacidades y energías en beneficio de la comunidad. Algunos se han ganado un puesto en la historia por su comportamiento ejemplar, otros se han perdido en el anonimato y algunos por el uso indebido del poder político para dar prioridad a sus ambiciones personales.
Politiquería es un término que define el DRAE como “hacer política con intrigas y bajezas”, lo que nos lleva a distinguir entre políticos y politiqueros. Toda actividad humana, por encomiables que sean sus propósitos, puede ser usada negativamente ya que estamos dotados de razón y libertad y, ajenos a la perfección, organizamos positiva o negativamente nuestra conducta. Más allá de principios teóricos, la vida humana es acción y sus resultados pueden ser buenos o malos, según los efectos en la colectividad. Los politiqueros están en categoría negativa y no es justo aplicar este término a todos los que intervienen en política.
Si se forma parte de una asociación política como partidos, es fundamental que sus integrantes actúen de acuerdo con la decisión mayoritaria de este grupo, aunque individualmente no estén de acuerdo. Hace unos días se dio un hecho cuestionable cuando dos integrantes de una agrupación, en el caso del llamado a juicio político a la presidenta del tribunal supremo electoral, votaron en contra. En otras palabras, primaron motivaciones personales sobre una decisión grupal. Hechos como el que comentamos, más que político es politiquero, siguiendo la escuela de la anterior administración en la que, esta pauta de conducta primó como lo demuestra la tan generalizada corrupción.