El trabajo, en sus múltiples manifestaciones, es fundamental en la vida humana. La idea de que se trata de un castigo, como dice el mito bíblico en la expulsión de Adán y Eva del paraíso, ha sido superada, ya que se trata de una manifestación de creatividad. Esta actividad debe ser alternado con el ocio que busca satisfacción en actividades escogidas. Las fiestas son formas de exaltar el ocio y en los calendarios hay días en los que se interrumpe la rutina del trabajo para que los ciudadanos puedan dar prioridad a la organización de su ocio con el propósito de intensificar la diversión y el descanso, como pausas para la reintegración laboral.
En la civilización cristiana occidental, los carnavales tienen este propósito, manteniendo celebraciones de griegos y romanos como las bacanales y saturnales. La evolución cultural ha hecho que la diversión organizada en estos días se exprese en diferentes formas. Los disfraces son muy generalizados, ya que implican la evasión de la realidad cotidiana incorporándose a otras personas o elementos naturales, acompañados de música y bailes festivos que conllevan una interrupción de la rutina que, de alguna manera, “automatiza” la actividad. Es una dimensión de la creatividad que llega desde el pasado a expresiones sobresalientes en algunas ciudades como Río de Janeiro y Venecia.
En nuestro país se trata de una festividad general y tradicional. La desacertada práctica de “compensar” los lunes y martes de carnaval trabajando luego en feriados, era contraria a la estructura cultural de nuestro pueblo, de allí que consideramos acertada la decisión tomada hace poco tiempo de convertir el carnaval en feriado. Se puede decir que es una de las más democráticas manifestaciones del derecho a la diversión, ya que todos, al margen de su posición económica y social se divierten estos días. La antigua tradición de echarse agua se ha debilitado, pero de ninguna manera a afectado al culto a la diversión y el espíritu festivo. Se trata de una pausa positiva.