Los problemas que existen en el Consejo Nacional Electoral están llegando a una situación crítica. Uno de los consejeros sugirió en esta semana la posibilidad de que todos quienes integran este alto tribunal, den un paso al costado y dejen libre la vía para integrar un nuevo Consejo. Un grupo representativo de ciudadanos acaba de conformar una comisión que se ofrece para mediar en el conflicto que existe entre los dos grupos que se han formado al interior del Consejo. Mientras tanto el proceso electoral se acerca y el país no puede ir a elecciones presidenciales y legislativas con un organismo en donde en vez de solucionarse, crecen diariamente los problemas.
La historia nacional está llena de episodios negativos que se originaron en tribunales electorales incapaces unas veces y, en otras, carentes de la necesaria independencia que deben tener para garantizar la expresión popular manifestada en las urnas. En el correísmo esa falta de autonomía fue varias veces denunciada. También existieron numerosos tribunales supremos electorales que estuvieron integrados por ciudadanos íntegros. Uno de ellos, al final de las dictaduras militares del siglo pasado, impidió nuevas dictaduras gracias a la voz valiente y rectilínea de un destacado cuencano como fue Severo Espinoza.
En el caso actual, los problemas comenzaron casi desde los días de la conformación de este alto organismo. Dos bandos, uno de mayoría y otro de minoría no han podido superar las diferencias políticas que son lícitas y normales pero que no pueden afectar la marcha de un organismo vital para la democracia. A esas diferencias se suma la presencia de funcionarios que estuvieron involucrados en varios delitos y que fueron nombrados por razones partidistas y no por sus conocimientos o experiencia. Finalmente, las deficiencias tecnológicas conspiran para en conjunto crear condiciones negativas para el próximo proceso electoral. La situación no puede mantenerse así.