Preocupante es la situación del Consejo Nacional Electoral, en el cual la Presidenta y los vocales del organismo mantienen posiciones enfrentadas, que lejos de resolverse se han ido agudizando en las últimas semanas, a tal punto de que se ha conformado un grupo mediador de ciudadanos, a fin de buscar un acercamiento de las posturas en pugna.
Si bien en anteriores épocas han existido diferencia de criterios entre los integrantes del alto organismo electoral, no ha sucedido hasta ahora una pugna que, de hecho, pone en riesgo el futuro del proceso eleccionario que culminará en febrero del próximo año. Lo menos que puede decirse, es que los miembros del CNE no han actuado con el civismo y el espíritu de servicio al país que debería ser la tónica de quienes, precisamente, tienen en sus manos la herramienta por excelencia del sistema democrático, esto es las elecciones.
Sería entendible que existan diferencias de criterios entre la personera y los vocales del organismo, respecto al financiamiento del proceso electoral próximo, situaciones de personal, equipos informáticos, entre otros, sin embargo resulta inexplicable que más allá de estas diferencias, se haya desatado una pugna poco menos que irreconciliable, como si prevalecieran criterios personales, por respetables que puedan ser, sobre un proceso eleccionario que obedece no al capricho de nadie sino al mandato constitucional, al cual todos los ciudadanos estamos obligados a respetar, ni se diga quienes han sido nombrados, precisamente, para dirigir y gestionar los procesos electorales del país.
La ciudadanía ha observado perpleja esta situación producida al interior del Consejo Electoral, que pone en riesgo el cronograma establecido para los comicios de febrero del próximo año, y que, además, sienta un nefasto precedente, ya que parecería que intereses personales o de grupo prevalecen sobre uno de los actos cívicos esenciales para la Democracia ecuatoriana como son procesos electorales limpios y sin situaciones que puedan afectarlos.