Es peor que el coronavirus. El coyote llega por estos campos y realiza su cosecha entre los ingenuos que se contagian de la migración. Ella, piensa que en Estados Unidos las coles son gigantes y que en el avión se logra mirar a Dios. Él se emborracha todos los días, imaginando su vida en los suburbios de N.Y. Ella deja a sus tres hijos con la tía abuela (el más pequeño de dos años) Él sueña con los millones que enviará a su casa. Anoche volvieron; el coyote les miente que en la frontera están en guerra pero que la plata no está perdida, que mañana o pasado les vuelven a llamar. Y no hay quién les haga cambiar de opinión; el virus del sueño americano brota en su piel, en su inconsciente. No les importa hijos, muerte, deportación, humillación. Sólo el dinero que lograrán conseguir en base a cualquier cosa. Lejos, muy lejos su realidad sencilla, el buen vivir prometido de los políticos de turno. Ellos necesitan pasar la frontera, el coyote les provoca. La madre dice que Dios debe abrir las puertas de ese cielo norteño, los hijos lloran. Definitivamente, el tráfico de personas es peor que el tráfico de armas y la droga. Las cifras son aterradoras. Mientras tanto siguen las multitudes de migrantes en un rosario eterno que deja nuestros pueblos vacíos, la deforestación de seres humanos. La desesperación campea hasta que, al fin, llega la noticia. (O)
Publicaciones relacionadas
La justicia
21 diciembre, 2024
El Estado y el Derecho
21 diciembre, 2024
Necesidad de creer
21 diciembre, 2024
Orgullo de ser salesiano
21 diciembre, 2024
Mira también
Cerrar - Orgullo de ser salesiano21 diciembre, 2024