Las lavanderas del casco antiguo de Quito, metáfora de Las Mujeres Olvidadas

Las lavanderas del casco histórico de Quito se convierten en metáfora de «Las Mujeres Olvidadas», una obra creada por la coreógrafa ecuatoriana Susana Reyes que busca plasmar el universo femenino con la técnica introspectiva de la danza butoh.

Esta puesta en escena se presenta este miércoles y jueves en el Teatro Nacional de la Casa de la Cultura de la capital ecuatoriana, como homenaje al Día Internacional de la Mujer.

UNA OBRA RECUPERADA

«Es una obra inspirada en el mundo de las mujeres lavanderas, que escarba en la memoria profunda de la historia de todo lo que es el universo femenino», explicó a Efe la artista, referente de la danza en el país y que lleva 45 años sobre los escenarios.

Con música original en directo del maestro Moti Deren, su pareja artística y de vida, Reyes rescató una obra de pequeño formato titulada «Lavanderas» protagonizada hace más de cuatro décadas, para darle una nueva dimensión que la llevó a «sumergirse en la memoria».

Su inspiración fueron esas mujeres que veía de pequeña en la calle de Los Milagros, del barrio La Loma, en el casco colonial quiteño, y que «empezaron a emerger como personajes, situaciones, emociones que habían estado guardadas».

Esas mujeres olvidadas, asegura, «están en la historia de todos los días», como las niña mamá o las mamás caracolas, aquellas que llevan a cuestas a sus hijos o sus casas, esas que están de un lado para otro como las migrantes, soñando con tener algún día un hogar.

En su viaje de introspección, Reyes recuerda que se crió «viendo la pérdida de los hijos», por diferentes causas, un dolor que califica como «el más grande que puede sufrir una mujer».

Pero no todo son sueños, anhelos, ni vidas rotas o interrumpidas, como la niña que debe asumir convertirse en madre, «una rosa con sus espinas», sino que también hay lugar para el festejo.

Recrea en ese sentido la fiesta del barrio, de la lavandería, en la que las quiteñas recurrían a su virgen, esa «madre reina», en un ambiente de júbilo y color.

DANZANTES INESPERADOS

Situaciones de silencio y camaradería, como el compartir un refrigerio en medio de la faena, o un doloroso parto, han puesto en jaque a los cuatro bailarines, dos ecuatorianos y dos chilenos, que acompañan a Reyes en el escenario.

Cuando concibió la pieza invitó a danzantes de la región a formar parte del proyecto, pero nunca imaginó que finalmente iba a ser interpretada por cuatro hombres.

«Cuando los vi, me dije, sí, son ellos. Van a poder desentrañar a estas mujeres olvidadas y los pongo al filo del abismo», sopesa, mientras de fondo se escucha el sonido de la percusión ejecutado por Deren.

DANZA DE ORIGEN JAPONÉS

La técnica del butoh, nacida en Japón después de las consecuencias devastadoras de las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki, «un escarbar en el mundo interior», parece empastar a la perfección con este peculiar universo femenino interpretado por hombres.

«Es una nueva posibilidad para ingresar a los territorios del interior y encontrar los impulsos primarios, donde el ser humano vuelve a conectarse con la esencia», aclara al definir este tipo de danza.

La coreógrafa, que ha sabido conjugar la corriente nipona de búsqueda de la esencia humana y de la naturaleza con la cosmovisión andina, cree que los bailarines han sabido conectar con las vivencias femeninas de sus antepasadas y cumplir con el desafío.

Ataviadas con túnicas y jirones blancos enrollados a su cuerpo, en ocasiones con accesorios a modo de niños o bebés en brazos, espaldas y cabeza, estas «mujeres» lavan en definitiva los trapos sucios de toda una sociedad.

«Pensé que las lavanderas solo correspondían a este pequeño universo, pero a medida que voy avanzando voy sintiendo que realmente estoy topando el universo femenino total», concluye la artista. EFE

REM

REDACCION EL MERCURIO

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