Cuando se iniciaba el actual gobierno y Lenín Moreno había ya roto relaciones con Correa, le pregunté luego de una conferencia a un conocido analista nacional qué pensaba sobre el futuro del régimen. “Lenín quiere que le quieran- me contestó- y no tomará ninguna medida de fondo para solucionar los problemas económicos. Para que le quieran, cree que no debe tomar decisiones que afecten su imagen”. El futuro – terminó señalando- dependerá del precio del petróleo y de una negociación exitosa con organismos mundiales para un préstamo que le permita salir del paso.
Buena parte de esas previsiones, se cumplieron, excepto cuando el Presidente tomó en octubre la decisión de eliminar los subsidios de los combustibles. Lamentablemente fue el pretexto que esperaban correístas disfrazados, los dirigentes de los indígenas y estudiantes para salir -después de trece años- a las calles. Por poco se incendia el país. Pero fue un intento que mostró que en países como el nuestro es difícil ser estadista cuando las mayorías añoran a mayordomos populistas de izquierda o de derecha.
Hoy el país está frente a una crisis de enormes dimensiones. Sin desembolsos del FMI. Con bajísimos precios del petróleo. Con números rojos en el riesgo país. Y, encima, en vísperas de elecciones.
El Presidente tenía una última oportunidad para tomar decisiones que enderecen el rumbo del país. Acaba decidir un positivo recorte a la burocracia. No optó por focalizar subsidios ni elevar el IVA, como muchos anunciaban. Con las medidas anunciadas no soluciona los problemas de fondo, pero deja con los churos hechos a sindicalistas e indígenas correístas que se preparaban para un nuevo octubre. Pero sobre todo se asegura en la presidencia hasta terminar su periodo. (O)