Y aunque no hay datos oficiales que lo demuestren, el ruidoso día a día se encarga de mostrarnos lo que las estadísticas insisten en negar. De ello se habla en el autobús y se comenta en la mesa a la hora del desayuno, mientras se escucha el noticiero. Un nuevo delito. Alguien fue asaltado en algún lugar de la ciudad. O más cerca aún. El atraco a un amigo. El robo a la casa del vecino. Tal vez un familiar. Y la oscura incertidumbre de no saber a quién le toca el siguiente turno.
Y es importante reflexionar antes de asignar culpables. De hecho, los datos que maneja la Gobernación del Azuay indican una reducción porcentual de algunos delitos. Reducción lograda a pulso por el esfuerzo de las autoridades y el sacrificio de las siempre insuficientes fuerzas y recursos policiales destinados a nuestro territorio. Bien sabemos, además, que poco se puede pedir a una policía local que tiene las manos atadas por la normativa, el presupuesto y los mezquinos apetitos políticos del centralismo.
Y mientras tanto, la cruda realidad se convierte en un hecho irrefutable. Cuenca se está volviendo una ciudad peligrosa conforme va pasando de aquella tranquila comarca de los abuelos a esta turbulenta ciudad intermedia que acusa ya los problemas de las metrópolis latinoamericanas. Un pueblo de cuya seguridad el gobierno central se desentiende y mira para otro lado mientras la demanda de cámaras y alarmas se dispara hasta las nubes mientras la demanda por servicios privados de seguridad crece en un 90 %. Una ciudad a la que se arrebató el equipo Aero policial y las fuerzas especiales justamente cuando una asamblea ciudadana se había convocado por motivo de la inseguridad. Una ciudad abandonada a su suerte cuando más lo necesitaba. Una ciudad que, poco a poco, ha aprendido a sentir miedo…
Será hace un par de semanas nada más, en una fría madrugada de niebla y mientras conducía camino a la oficina, que me encontré una vieja pared con un grafiti escrito a trazos rápidos. Casi al apuro. Dramático. Aterrador. Un grafiti que decía: ¿Acaso no saben que en el alba han destrozado un hombre…? (O)