Durante décadas la humanidad entera disfrutó de la destrucción de los pulmones de la tierra; destruimos, talamos e incendiamos los bosques, pulmones de la tierra, infectamos, llenamos de plástico y de basura los océanos que producen la mayor cantidad de oxígeno para cualquier forma de vida. Nunca nadie se preocupó de infectar los pulmones de la tierra, más bien dicho fueron muy pocos los que advirtieron el daño al planeta y muchos que no hicieron caso. Tanto dañamos los pulmones de la tierra que hoy ella se cansó, está exhausta y dañó los pulmones de los humanos.
En estos días de encierro obligatorio ojalá la humanidad, con los pulmones enfermos, piense también en curar los pulmones de la tierra porque ella nos reclama, porque ella ya no resiste tanta enfermedad. Todos hablamos de que el Amazonas es un verdadero pulmón de la tierra, todos sabemos que los cientos de bosques tropicales son indispensables para la supervivencia del planeta, sin embargo la tala indiscriminada y los incendios forestales no paran. Los incendios son ocasionados y dirigidos a propósito para luego convertirlos en plantaciones que dejan mucho dinero.
Enfermamos a este importante pulmón de la tierra para que nos produzca abundantes ganancias. Los miles de kilómetros de agua de los océanos y agua dulce de los lagos son contaminados sin cesar y de manera indiscriminada, y no nos damos cuenta que gracias al plancton, algas y demás fotosintetizadores se produce la mitad del oxígeno de la tierra. La cantidad de oxígeno de la tierra resulta de una mezcla de nitrógeno y dióxido de carbono y que hoy se conoce como fotosíntesis se produce en los mares y bosques y que hoy están enfermos. Curemos primero los pulmones de la tierra para que se curen los nuestros.